Capítulo 8

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El jardín del conejo blanco

Nicolás Denovan

Me encontraba en la puerta principal de la academia, esta era super grande y metálica.

Qué chica, ella misma organizó lo que debí haber hecho yo. La verdad me tiene muy impresionado y además de eso loco.

Me dijo que me vistiera elegante y qué es más elegante que una camisa blanca remangada a los hombros y unos pantalones de tela y la cereza del pastel, los zapatos Flexi en color negro. Claro tampoco puede faltar el colgante de oro. Vaya, creo que nunca antes me había vestido de este manera, es un poco incómodo, pero lo hago por ella.

Veo una bmw llegando a la entrada de la academia y se para justo a mi lado. Veo el cristal bajar y ahí estaba ella, tan linda como siempre. No puedo evitar sonreír. Esta hermosa.

—¿Qué esperas? Entra. —Dice con su celular en la mano.

Abro la puerta y entró. Cielos, esto es una máquina. Ella se ve como una Diosa en el volante.

—Te ves hermosa, —digo sin quitarle la mirada de encima. Ella sonríe y pone el celular a su lado.

—Gracias, tu estás muy guapo a decir verdad. —Me mira, sonríe de lado y después coloca el cambio para iniciar la marcha.

Mi corazón se acelera, tal vez son los nervios que me provoco la forma en la que dominó el acelerador, diría que maneja mejor que yo. Su mirada al frente y la forma en la que se coloca para manejar son bastante atractivas. No puedo evitar mirarla.

—Sabes que el copiloto también debe mirar al frente. —Dijo colocando la direccional para adelantar al de en frente. No paro de mirarla y ella ríe. —Mirada al frente Nicolás.

Por motivo de entrenamiento y costumbre de obedecer órdenes, procedo a hacer lo que ella me dice.

Sonrío.

Ni siquiera hemos llegado y ya me está dando órdenes. Veo el tablero y noto que vamos más de cien, pero no siento que vayamos tan rápido. Esa es la magia de estos vehículos de alto performance. Lo que más me sorprendía era que ella estaba a esa velocidad solo con una mano.

—¿Cómo puedes manejar a esa velocidad y con una sola mano?

Roxane Asher

Desde muy pequeña, mi padre nos enseñor a manejar a Pao y a mi. Nos dijo que teníamos que dominar el vehículo automático y el mecánico. Así que sí, aunque me vean muy niña, se muchas cosas gracias a mi padre. Eso es lo único que le agradezco, la forma en la que enseñaba era sin igual. Si no sabías sobre, que se yo, los motores de combustión interna, él quería que leyeramos sobre eso. De hecho, ahora que lo recuerdo. Sé mucho de autos, aunque no es algo a lo que me quiera dedicar.

Mi padre quería un hijo, por desgracia la vida le dió chicas. Puras chicas.

Pero agradezco haber tenido esa parte de mi padre. Si hubiese seguido con el, estaría en boxeo ahora mismo. Pero no quería eso, ni tampoco defender a alguien toda mi vida. Es algo que no me llena.

Con Pao se lleva mejor solo porque tiene un equipo de baloncesto.

—Desde muy jovencita ando detrás del volante. Incluso sin tener licencia, mi padre me mandaba al súper. Para mí suerte nunca me atraparon, así que sí. Tengo todo bajo control. —Dije y el solo me miraba con admiración.

Querido Nicolás Donde viven las historias. Descúbrelo ahora