Capítulo XXII

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Marta comenzó la mañana muy temprano y, en esta ocasión, decidió volver a casa a ducharse y cambiarse de ropa. Así que aprovechó el primer despertar de Fina para bajar con ella, pasar un rato en el obrador y luego regresar a casa. Rato que se demoró un poco más de la cuenta porque ambas seguían juguetonas. Finalmente, vio que solo estaba retrasando a la pastelera y la liberó de sus deseos por un momento. A las seis de la mañana ya había llegado a su piso.

Entró y aprovechó para dejar la ropa que había utilizado esos días para que el servicio se encargara de lavarla. No tenía servicio de manera diaria. Después de todo, pasaba poco tiempo en casa. Pero venían una o dos veces por semana así que siempre se encargaba de dejar alguna instrucción. Esta visita la casa estaba impecable ya que casi no había pasado por allí desde el domingo. Luego de dejar una lista muy breve de instrucciones y una propina para la muchacha, se marchó a ducharse. El agua tibia y la presión de la ducha le supieron a gloria.

Al enjabonarse los hombros, comenzó a notar todas las huellas que tenía en el cuerpo. Desde luego, Fina se había dado un banquete con su piel y se había tomado muy personal su orden de marcarla. Tenía varias marcas: una en el hombro derecho, otra en el pecho izquierdo, unas cuentas en su estómago y otra en uno de sus muslos. La del pecho le había resultado especialmente satisfactoria y era la que mejor se notaba. Mirándose el cuerpo, parecía un mapa que Fina había decidido conquistar con su boca y eso le encantaba.

Salió de la ducha sólo con su bata de baño y se desplomó unos segundos en la cama. Faltaban cinco minutos para las siete de la mañana y decidió que se tomaría unos segundos para dormitar, y para relajarse. Cerró los ojos y los abrió treinta minutos después. Se estiró totalmente y luego suspiró mirando alrededor. Observó los detalles, los rincones de la que era su habitación.

¿Por qué aquel lugar no le parecía tan suyo hoy?

Quizás porque sabía que Fina nunca se sentiría a gusto yendo allí. Miró a su lado y la mesa de noche que contenía pertenencias de su marido la hizo sentir un nudo en el estómago. Tomó su móvil y escribió en el chat de Jaime.

Jaime, llevó tiempo pensando en nosotros y la distancia que nos separa es demasiado grande. Por eso, he decidido que...

Leyó las líneas y las borró de inmediato. Se rascó la cabeza buscando la manera de hacer esto de una manera menos formal, más personal, pero escribir "Lo siento, me he enamorado de alguien más" aun siendo verdad era cruel. Y más en un chat de una aplicación. No era el medio correcto. Escribió entonces.

Que tengas buen día y resto de semana. Cuídate.

Lo envió y pensó que la formalidad siempre había sido parte de su vida con Jaime. Nunca habían conectado al punto de que ella se sintiese cariñosa con él. Así que no entendía por qué no escribía el mensaje que realmente quería escribir. Posiblemente, por respeto a que él, con sus limitaciones, la quería y toleraba esas cosas que no parecía poder darle. Esas cosas que ahora le salían tan naturalmente cuando estaba cerca de Fina.

Se había pasado la mitad de su vida pensando que simplemente no había nacido una mujer para amar y ser amada, que no tenía lo que se necesitaba para vivir apasionadamente. Las marcas en su cuerpo hablaban de lo contrario. El revoloteo en su vientre y aquellos calores que la volvían loca también. Igual que las memorias de sus palabras de la noche anterior. Ella si había nacido para amar y ser amada, pero por la persona correcta. Por su amor.

Por otra mujer.

No cualquier mujer. Fina Valero.

Solo pensar en su nombre le causaba sensaciones nuevas y agitaciones diferentes. Emociones nunca antes vividas.

Dulces Sueños (o Sueños Dulces...)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora