Capítulo XLVI

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Marta se despertó repentinamente de un sueño profundo y se encontró sola en la cama. Le costó ubicarse, porque se había quedado dormida muy de golpe, pero estaba sola y eso era lo más importante. Sobre ella, el aire acondicionado zumbaba a volumen bajo, pero la cuidaba del calor anticipado que envolvía la península.

Miró el reloj y la soledad le pareció aún más extraña: más de las diez de la mañana. Era imposible que Fina la dejará dormir tanto porque sí. Es cierto que lo último que deseaba hoy era ir a la empresa, pero aun así no era normal. Buscó el móvil, y lo primero que notó fueron los innumerables mensajes de Andrés: "No podemos dejar esto así", "No me puedo creer que Jesús se vaya a salir con la suya", "Qué injusto". Marta resopló, haciendo un esfuerzo para no perder la calma tan pronto. Cómo si ella no supiera lo injusto que era todo esto.

Se levantó de la cama y se vistió de manera más informal que de costumbre. No iba a ir a la empresa. No quería oír a su hermano menor, ni mucho menos verle la cara a su hermano mayor. Al llegar al salón, encontró a Fina sentada en el sofá. Estaba vestida con ropa de calle, con el bolso y las llaves sobre la mesa.

-Fina... - le llamó desde el pasillo.

-Buenos días, cielo – le dijo la chica con una tenue sonrisa -. ¿Has descansado bien?

-Sí, pero... ¿dónde has ido? – preguntó.

Vio a Fina fruncir el ceño, lo cual la preocupó. El hecho de que no le contestara de inmediato no hizo más que aumentar esa sensación.

-Fui... - se detuvo, observándola -. No, mejor desde el principio – dijo.

Marta se sentó a su lado.

-Anoche no podía dormir y pensé que tenía que hacer algo.

-¿Algo sobre qué? – preguntó Marta.

-Sobre todo lo que estaba pasando con tu hermano – reveló Fina -. Me negaba a dejar que, por mi causa, no solo perdieras tu sueño, sino que además Jesús se saliera con la suya.

-Pero...

Fina le tomó las manos, apretándoselas, y Marta se detuvo.

-Déjame que te lo explique, y luego ya me dirás cuántos "peros" encuentras – le pidió la pastelera -. Me levanté hoy a hacer las tareas de la pastelería, y tenía claro que iba a presentarme en esa empresa y decirle cuatro verdades a tu hermano por creer que puede usarme como excusa – le explicó -. Estaba tan cabreada, Marta, que no consentía que tu hermano me creyera tan poca cosa como para ser una simple pieza en su juego...

-Mi hermano sabe bien que no eres una simple pieza del tablero, Fina – rebatió Marta -. Por eso me amenaza con dañarte, porque sabe que eres mucho más.

-Lo sé, pero que crea que puede tocarme porque a él le sale a cuenta... – Fina hizo una pausa y la miró profundamente -. Que crea que tú estás sola en esto... – continuó -. Eso es algo que no puedo permitirme.

Marta sonrió ante la firmeza y la valentía que había en cada palabra que Fina pronunciaba. Se quedó escuchando su relato peleón con esa sonrisa por unos instantes.

-Pero luego me di cuenta que no serviría para nada – le dijo la morena -. Él es incapaz de sentir empatía o respeto hacia ti, siendo tu hermano – indicó -. ¿Qué cambiaría que yo fuera a plantarle cara? En lugar de mejorar las cosas, lo único que haría sería complicarlas, poniéndome en el centro de la diana mucho más.

-Es posible – Marta estuvo de acuerdo -. Jesús iría contra ti con más razón – confesó -. Iría con mayor ímpetu a por ti porque lo convertiría en algo personal.

Dulces Sueños (o Sueños Dulces...)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora