Una semana después...
Sienna
Estaba de los nervios. En realidad, había estado así durante toda la semana. Cuando llegué a casa esa noche, después de matar a Dmitri Petrov, Elena me acribilló a preguntas. No contesté a muchas, puesto que mi cerebro sólo podía pensar en el ruso más poderoso de toda la bratva, enterándose de que yo había matado a uno de sus hombres.
Aunque, a ver, yo iba con peluca y lentillas, no tenía cómo saber que, quien se encontraba bajo ese disfraz, era una italiana llamada Sienna Ferri, ¿verdad?
Suspiré con pesadez, mientras salía de casa y me montaba en mi mini cooper rojo. No era un auto lujoso, pero adoraba su diseño. Me parecía gracioso. Pero, honestamente, en aquel momento no me aliviaba ni un poco la pesadez que sentía. No quería salir de casa, lo había evitado durante toda la semana, pero ya no podía seguir ocultándome en mi habitación. Tenía que salir. Así que, para sentirme segura, se me ocurrió que ir a un centro comercial sería una buena idea.
Salí del estacionamiento de la mansión y conduje con la radio de fondo.
¿Ves? No era para tanto.
A medida que me alejaba de la mansión, mi ansiedad iba disminuyendo. Mi auto no había explotado ni nada. Al menos, no hasta el momento.
Para mantenerme en la realidad, apreté mi agarre sobre el manubrio y frené en un semáforo en rojo. Sin mucho qué hacer, paseé mi vista por mis espejo. Un vehículo negro, que se encontraba a dos autos detrás de mí, llamó mi atención. No supe muy bien por qué, pero no me daba buena espina. Por lo que, apenas el semáforo se tornó verde, pisé a fondo el acelerador. Me importaban una mierda los límites de velocidad. Aceleré y cambié de carril. El auto negro hizo exactamente lo mismo que yo.
No podía ser una coincidencia, ¿o sí?
No. Las coincidencias no existían en mi mundo. Tenían que ser los rusos. Querían vengarse de mí. Me descubrieron. Iba a morir. Miles de ideas catastróficas pasaron por mi mente, justo antes de que el auto negro... se fuera por una salida diferente a la mía. Los latidos erráticos de mi corazón volvieron a su ritmo normal y mis hombros se relajaron. Sólo había sido paranoica.
Con un suspiro, continué mi viaje hasta el centro comercial. No tenía de qué preocuparme.
Iván
—¿Qué parte de que tienen que ser discretos no les quedó clara? —farfullé contra mi teléfono, luego de que los hombres a los que había enviado para seguir a la maldita italiana me informaran que ella se había dado cuenta de ellos.
—Lo sentimos muchísimo, jefe —se lamentó el inepto del otro lado de la línea.
—No, lo van a lamentar realmente si no la encuentran —espeté—. Porque si en diez minutos no me llaman diciendo que la encontraron, les cortaré la cabeza, ¿entendido?
—Sí, jefe —respondió el imbécil. Dicho eso, colgué la llamada.
Inoperantes de mierda. Eso es lo que eran. La mujer no había dejado su residencia durante toda la semana, por lo que no habían tenido trabajo de verdad hasta hoy, y no fueron capaces de hacerlo bien.
Masajeé mis sienes mientras volvía a sentarme en mi silla.
Había puesto vigilancia en la residencia Ferri luego de descubrir la identidad de Sienna. Aparentemente, ella sabía que la había pillado, pues no había salido de casa durante toda la semana. La cosa era cómo lo había hecho. No tenía forma de saber que conocía su identidad.
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La Alianza
RomanceLa Cosa Nostra y la Bratva no tienen la mejor de las relaciones. Sin embargo, ambas están cansadas de las constantes disputas insignificantes en las que se han visto envueltas en el último tiempo. Además, cuentan con un odio mutuo hacia los eslovaco...