Uy, uy, uy

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Queridaak Hermnione...

Ttte amno muuuucho preociosa.

Corazón corazón.

Te ajma, Alkk.

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La cabeza de la Slytherin se posaba por encima de la carta escrita recientemente. Sus amigos seguían bebiendo de los diferentes licores mientras reían, mientras que ella decidió escribir aquella carta con la poca fuerza de voluntad que le quedaba.

— Merlín... ay... — balbuceó la pelinegra mientras agarraba la carta con fuerza. —... Theooo, entrega ésta carta, ¿quieres?

Se dirigió a su amigo, que lucía igual de mal que ella. El pelinegro se acercó a pasos torpes, tomando la carta con curiosidad.

— No quiero... pero igual lo haré. — asintió el Slytherin, mientras daba leves pasos hacía la puerta. La ojigris mostró una mueca y se levantó como pudo a seguir a su amigo.

— Es... espera. Espérame — le avisó Aliyah, y el Nott aumentó su velocidad, dejando confundida a la Black. —. ¡Espera!

Aumentó sus pasos, queriendo alcanzar a su amigo lo antes posible.

— N... no, no, no. Es mi trabajo, Black... No... no me lo quitarás — exclamó el pelinegro con indignación. —. Si seré... una lechuza, seré una genial, ¿escuchaaaste?

La ojigris soltó una carcajada y aumento su pequeña caminata, que por cierto era bastante torpe.

Ambos chicos salieron de la sala común con dirección a la sala común de los leones, en busca de Hermione. Los pasillos estaban vacíos ya que era de madrugada y a esas horas, Filch se encargaba de vigilar los pasillos.

— Te acuerdas... te... ¿Te acuerdas de la contraseña de la sala... común? — le preguntó el chico una vez que ambos estuvieron en frente del retrato de la Dama gorda.

— No... oh... ¿Creo? — balbuceó Aliyah con desconcierto. —. Intentemos con cualquiera...

— Vamos a demorar ciclooooooos. — gruñó Theo entre quejidos.

— Necesito ver... a mi chica, apúrate. — regañó la pelinegra, mientras daba leves empujones en el hombro a su amigo.

— Ya sé, ya sé... Mhnm... Piensa cómo un Gryffindor... — murmuró el chico Nott, mirando hacía el techo mientras fruncía su ceño.

— No somos Gryffindors... — aportó la Slytherin con curiosidad.

— Cállate y pi... piensa. — habló el pelinegro mientras seguía pensando.

— ¿Valiente? — exclamó la ojigris a la Dama gorda, que había despertado hace algunos momentos para observar a ambos jóvenes. La señora, al escuchar lo dicho, negó divertidamente. —. ¿Dumbledore nuestro papi? ¿Graa? ¿Cómo hacen los leones? — le preguntó a Theo, que alzó los hombros.

— Guuuauaaa

— Parece de todo menos león, si me dejan opinar. — soltó la Dama gorda con un rostro divertido.

— Una pista, ¡por favor! — rogó la Slytherin, recibiendo otra negación del cuadro. —. Ni quería una pista... — murmuró para sí, enfadada.

— ¡Gatitos tiernos! — probó Theo mientras daba pasos torpes hacía la señora. Ésta negó nuevamente. —. ¿Dama gorda forever? ¿Harry Potter chikibeibi? ¿Slytherins malitos? ¿Rojo pasión? ¿Leones rojos? ¿Zanahorias al poder? Yo que sé.

Se escuchó una risa sonora del pasillo. Ambos giraron su mirada y se encontraron con Ginny, que traía unos cuantos alimentos en sus brazos.

— ¿Y tú... qué haces aquí, Zanahoria menor? — preguntó la Slytherin entre balbuceos. La Weasley negó divertidamente y se acercó a ambos Slytherins.

Las cartas de ella. [Hermione Granger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora