❛Prólogo❜

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Aemond despertó en un abismo de tinieblas absolutas, un vacío donde no se discernía el suelo del firmamento

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Aemond despertó en un abismo de tinieblas absolutas, un vacío donde no se discernía el suelo del firmamento. Miró en derredor, palpando su rostro con urgencia.

Había muerto. Asesinado.

Su propio tío había atravesado su ojo sano con una espada, matándolo al instante. Intentó respirar, mas un peso descomunal oprimía su pecho. ¿Acaso era el arrepentimiento? No. Todo lo que había hecho estaba consumado, las vidas que había segado. Todo ya había pasado y Aemond nada podía hacer para remediarlo.

—¿Estás seguro de eso, querido nieto? —Aemond se volvió rápidamente hacia la dueña de aquella voz. Jadeó al contemplar unos ojos de belleza singular.

Ella era imponente, alta y de tez bronceada, con una larga cabellera rubia y sucia trenzada a un lado, y unos ojos desiguales: uno verde y el otro violeta. Su nariz, aunque torcida, no menguaba en absoluto su hermosura. Vestía un atavío de montar de cuero rojo y negro, una verdadera jinete.

Aemond la reconoció, había oído hablar de ella. Alyssa Targaryen, madre de Viserys. Su abuela. Estaba ante él y lo observaba con ojos compasivos.

Lo odiaba.

—¿Qué? —balbució sin saber qué decir.

Ella rió, un sonido brusco y poco apropiado para una dama. Se acercó hasta quedar a escasos centímetros de Aemond.

Su mirada estaba llena de tristeza, sin odio ni enojo, solo tristeza y resignación. Le tocó el rostro en una caricia suave, y Aemond se estremeció ante su roce frío.

—Estás tan lleno de dolor —lamentó con el rostro arrugado—. Lamento tanto lo que tuviste que pasar.

—Soy un monstruo —susurró Aemond sin apartar la mirada de la suya. Alyssa sonrió y asintió.

—Lo eres —le concedió mientras retrocedía unos pasos—. Pero la mayoría también lo son.

Aemond guardó silencio, sorprendido de que ella le diera la razón. Sintió sus piernas temblar y se maldijo a sí mismo por sentirse como un infante de diez onomásticos.

Sus piernas cedieron y cayó de rodillas ante la mujer. Ella no hizo nada, solo lo miró.

—¿Vienes a castigarme? —susurró mientras alzaba la vista. La rubia lo observaba desde arriba hasta que suspiró y negó con la cabeza.

—No busco castigarte, creo que tú mismo ya lo estás haciendo —dijo en voz baja—. Eras solo un niño con todo el sufrimiento que tuviste que pasar.

Aemond no sabía en qué momento había empezado a llorar, mas los sollozos brotaban de su boca con más fuerza de la que esperaba.

Alyssa se acercó y se arrodilló junto a él, abrazándolo. Hizo que escondiera su cabeza en la curva de su cuello mientras acariciaba sus largos cabellos.

 '𝐌𝐘 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃' ¡✰彡˚House of the DragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora