❛7. Sangre derramada❜

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La tensión se cernía densa sobre los muros del castillo desde hacía ya varios días, cual manto de angustia que presionaba los corazones de quienes osaban respirar

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La tensión se cernía densa sobre los muros del castillo desde hacía ya varios días, cual manto de angustia que presionaba los corazones de quienes osaban respirar. Las sirvientas corrían con celeridad de un lado a otro, sus rostros desvaídos como espectros, reflejando la gravedad del momento. La madre de Alynerys, engalanada en ricos brocados que en vano pretendían ocultar su turbación, aguardaba en el salón principal con semblante tenso. Jocelyn yacía postrada en las agonías del parto, sus lamentos resonando por la fortaleza como oscuros presagios de un destino incierto.

Aemon había permanecido junto a ella hasta que su madre lo despidió con gesto severo, murmurando que la cercanía de un dragón en tales instantes resultaba inapropiada para una mujer en labor. Desde entonces, tanto Aemon como Baelon se habían esfumado, desaparecidos en las sombras de la noche, como si la inminente llegada de un nuevo ser les produjera desasosiego. Para Alynerys, aquello no resultaba extraño; los dos hermanos compartían una complicidad que él a menudo encontraba inalcanzable. Alynerys, sin embargo, eligió apartarse. Su relación con Jocelyn siempre había sido distante, una simple unión de sangre sin calidez alguna.

La hora del lobo había llegado, y Alynerys sentía el gélido abrazo de la noche filtrarse por sus huesos. Los ojos se le resistían al sueño, no importaba cuán cómoda fuera su postura o cuán pesada la fatiga que sentía. Su mente, presa de pensamientos lúgubres, se hallaba inundada por inquietudes que le asediaban como tormentas en un mar embravecido.

Los susurros de Aemon aún resonaban en sus oídos, hablando de conspiraciones y acuerdos fallidos. Decía que su madre había propuesto una alianza con los Lannister, un compromiso que su padre había rechazado airadamente en presencia del consejo. "¿Pretendéis apartarme de mi hijo?", había bramado él según Aemon, provocando la ira furiosa de su madre.

Alynerys suspiró, sintiendo cómo una determinación silenciosa se iba forjando en su interior. Baelon debía ser suyo, debía serlo. Quizá su destino le había sido señalado desde el instante en que ocupó el lugar que pertenecía a Alyssa. Aquel pensamiento se le hacía a la vez extraño y nauseabundo, pero inevitable. Se hallaría en la posición de dar vida a aquellos que, en su otra existencia, le habían sido su padre y su tío. ¿Podría amarlos? ¿O acabaría como su primera madre, Alicent, cuyas sombras aún lo perseguían? Tal pensamiento le era insoportable, y se juró a sí mismo que esos niños serían diferentes, mejores.

Perdido en aquellos pensamientos, un calor súbito le recorrió la espalda baja, haciéndole sobresaltarse. Se irguió de golpe en la cama, palpando las sábanas a su alrededor, pero no halló explicación para aquella sensación. Frunció el ceño, mascullando una maldición entre dientes. Justo cuando el sueño empezaba a acogerle, una perturbación le arrancaba de sus brazos.

Con desagrado, se levantó y fue hacia la silla donde reposaba su bata de seda azul, colocándola sobre sus hombros. Quizá deambular por los pasillos del castillo le traería el consuelo que el lecho le negaba o simplemente volar con Ghost. Tras ajustar las pantuflas a sus pies, abrió la puerta con cuidado, asomando la cabeza al corredor. Una sonrisa leve se dibujó en sus labios al divisar a Ser Maekar, su caballero guardián, cuyo semblante adusto se suavizó ligeramente al verlo.

 '𝐌𝐘 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃' ¡✰彡˚House of the DragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora