⚠️escena sexual⚠️
KyungSoo
Problema: no podía derogar la ley yo solo. Necesitaba apoyos, y mis opciones eran limitadas. No quería decírselo a JongIn hasta trazar un plan más concreto, y, desde luego, no se lo iba a decir a mi familia ni a ninguno de los responsables de palacio. Mis amigos de Washington estaban demasiado lejos y alejados de la política de Eldorra como para poder ayudarme.
Solo había alguien en quien podía confiar.
—¿Que quieres qué? —Mikaela me miró con la boca abierta como si tuviera dos cabezas—. KyungSoo, la Ley de Matrimonios Reales es tan antigua como el propio país. Es imposible derogarla, especialmente con todos esos dinosaurios en el Parlamento.
—No es imposible, solo improbable —corregí—. Hay una diferencia. Y las cosas improbables se pueden volver probables con la estrategia correcta.
—Vale. ¿Cuál es la estrategia?
—No la sé todavía.
Refunfuñó.
—KyungSoo, es una locura. ¿Cómo vas a meterte en el lío de anular la ley? Pensaba que te iba bien con Steffan. A ver, ha estado de viaje un tiempo, pero ya ha vuelto y está más guapo que nunca. Y además es tu pareja en la boda de Hanse. —Le dio un sorbo al té y se sentó en la mesa—. ¿O hay algo que no sepa?
Me mordí el labio. ¿Debía soltar prenda con lo de JongIn? Confiaba en Mikaela, pero no tanto en su reacción a la noticia, teniendo en cuenta lo que dijo en mi despacho respecto a salir con los empleados.
—La ley es arcaica —dije—. No es solo para mí. Es para todos los reyes y reinas que vengan después. Si no fuera por la ley, Hanse podría seguir siendo príncipe heredero y casarse con Sabrina.
—Vale, pero las leyes no se pueden derogar a menos que el presidente del Parlamento lleve la moción al pleno y tres cuartas partes del Parlamento voten a favor —señaló Mikaela—. ¿Cuándo fue la última vez que derogaron una ley?
Quince años antes, cuando derogaron una ley que prohibía los límites de velocidad superiores a los ochenta kilómetros por hora en todo el país.
Las probabilidades no estaban a mi favor.
—Ya me las apañaré. —Erhall sería difícil, pero encontraría la forma de persuadirlo—. ¿Me ayudarás?
—Estás loca. Y esto es una locura.
Pero a pesar de las quejas, Mikaela aceptó a regañadientes, y la semana siguiente auné toda mi energía para trazar un plan factible. Analicé todas las leyes derogadas de la historia de Eldorra (no eran muchas), estudié los diferentes ministros del Parlamento y los clasifiqué en función de la probabilidad que había de que apoyaran la moción. Todavía no se me había ocurrido una estrategia para Erhall, así que le dejé para el final.
Sin embargo, no fue hasta mi siguiente reunión con Elin cuando se me ocurrió algo. Era algo tan simple que me sentí como un idiota por no haberlo pensado antes.
—Su majestad está encantado de que vaya a la boda del príncipe Hanse con Steffan —dijo Elin con un movimiento de cabeza—. La cobertura mediática ha sido muy positiva, así como la gira de buena voluntad y la boda, pero queremos mantener ese impulso. Además, queremos asegurarnos de que todo esté en su sitio para cuando lleve la corona. No hay nada que refleje más estabilidad que un buen matrimonio con un consorte bueno y sólido, y sabe Dios que necesitamos algo de estabilidad después de la abdicación.