Adrenalina

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Narra Kol

Estaba al borde de la desesperación, una cosa era esperar durante una hora pues era lo que tardaría en hacer un trato con la diosa y otra muy diferente era es que transcurrieran cuatro horas y nada. Davina seguí­a en trance, no movía ni musculo, eso me poní­a más nervioso.

Comencé a recorrer la habitación por tercera vez, no pensaba con claridad y mis pasos eran torpes tropezando con cada objeto que tuviera de frente. Tocando mi cabello a cada segundo, mi nuevo tic nervioso descubierto desde que comencé a preocuparme por la brujita.

"Menos mal que el primer hechizo que le eseñe es uno silenciador y de ilusión", fue un pensamiento aliviador. Pero era verdad, ese hechizo fue oportuno, ideal para los vampiros que vigilaban el lugar.

Vuelvo a centrar mi vista en Davina para presenciar como cada uno de sus músculos comenzaba a saltar con rapidez, estaba convulsionando. En un primer momento quedé congelado el mi lugar, fue una sensación horrorosa la que experimentaba su cuerpo y pecho, nunca habí­a padecido de ese sentimiento.

Por lo menos  no desde la muerte de su hermano Henrik. Cuando las piernas quisieron reaccionar corrí hasta ella sin sacarla dentro del círculo, puede ser peligroso podría dejar su alma atrapada con Hécate o quedar en el limbo, la sostengo en mis brazos acercándola a mi pecho para evitar que continuara moviéndose.

- ¿Davina, Davina ....? - sostiene su rostro para contemplar su rostro pacífico, habí­a dejado de convulsionar. De su ojos se deslizó una lágrima solitaria que recorrió todo su rostro lentamente para caer como una gota de lluvia en el suelo de la habitación. - Qué te están haciendo pequeña? ¿No me digas que tengo que matar a alguien? - me acercé a ella para depositar un beso en su frente y apoyarme en ella. - Yo no soy tan cursi, todo esto es tu culpa pequeña bruja. - susurro más para mi que para ella. Levantó mi rostro y acto seguido Davina abre la boca para obtener la mayor cantidad de oxígeno.

- Kol, eso fue increí­ble.. - comenta con una voz rasposa, seguramente su garganta estaba seca. La ayudo a dirigirse a su cama y recostarla. Después de un viaje a un plano astral la parte fí­sica sufre cansancio extremo durante las próximas horas, lo mejor era que descansara el resto del día.

Una vez que llagamos al destino la acuesto lentamente acomodando las almohadas detrás para que estuviera sentada y la cubró con una manta fina para no darle mucho calor. Ahora debería buscarle una bebida refrescante, me dio vuelta pero la mano de Davina hace que la mire de nuevo. Me siento en la orilla de la cama esperando que desea contarme pero se mantiene en silencio y su agarre cada vez más fuerte.

- ¿Davina, todo bien? - levanto la mano para retirar algunos mechones que ocultaban su rostro y los posiciono detrás de su oreja. Pero ella seguía mirándome con esos enormes ojos, los más hermosos que su inmortal vida haya presenciado, su mirada estaba distinta. Se podía ver un brillo especial que antes faltaba. Estaba a punto de volver a preguntar cuando la brujita se coloca de rodillas y le rodea el cuello con sus manos.

- Gracias...gracias - no la entendí­a aunque sus palabras me afectaron en un buen sentido. Le correspondí el abrazo haciendo que todo su peso se caiga sobre mi. - Gracias por llegar a mi vida. - sepa su cabeza de mi cuello para quedar a unos centí­metros de mi rostro. Nos quedamos mirando por unos segundo. "Vuelve a tus sentidos Kol, ella solo te ve como un amigo''

- Debes descansar. Te dejaré la comida lista en la mesa - Deposito un beso en su frente y la cubro con las sábanas cuando se recostó en la cama.

- AH, sigues siendo igual Kol Mikaelson - es lo último que sale de sus labios para que los latidos de su corazón se volvieran más lentos, indicador de su estado de sueño. La verdad querí­a despertarla y preguntarle a qué se debe esa frase pero mejor dejarla dormir.

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