29 | 'estuve esperando por ti'

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En las semanas que siguieron desde que Win tomó la decisión de restaurar el viejo granero, un aura de maravilla pareció envolver la comunidad.

El sonido de martillos resonaba en la fresca aurora, mezclado con el aroma a madera recién talada y el bullicio de la gente. Damla y Off, con la destreza de alfas que habían enfrentado mayores desafíos, lideraban la empresa de reconstrucción. Convocaron a amigos y vecinos, quienes respondieron con fervor al llamado de restaurar el antiguo granero, un monumento erguido al pasado.

Win, con su vientre abultado, se movía con firmeza entre los escombros y las vigas resquebrajadas. A pesar de las contracciones que lo asediaban, no flaqueaba. Ayudaba a limpiar los restos con cuidado, cocinaba junto a los demás omegas de la comunidad, y cuando sus manos no estaban ocupadas con la comida, bordaba pequeñas maravillas que embellecerían las paredes del granero restaurado.

Damla se ocupó de reparar las goteras, reforzar las estructuras podridas y devolver al granero su antigua gloria. Cada clavo martillado resonaba como eco de tiempos olvidados, pues las leyendas hablaban del viejo alfa solitario que alguna vez llamó hogar a ese granero. Se decía que había sido hombre de pocas palabras pero corazón generoso, cuyos días se consumían en el cuidado de sus animales y la contemplación de los campos verdes que se extendían más allá del horizonte. Cuando la muerte lo reclamó, poco antes de que la guerra comenzara, el granero quedó abandonado, y el paso de los años lo cubrió de polvo y olvido.

En sus momentos de reposo forzado entre feroces contracciones, el omega de cabellos blancos como la luna escuchaba estas historias con ojos brillantes de curiosidad. Sentía la presencia del antiguo alfa en cada rincón oscuro y en cada viga doblada por el peso del tiempo. Cada golpe de martillo que resonaba en las vigas también resonaba en su corazón, como si estuviera tejiendo una nueva historia sobre los cimientos del pasado.

Mientras tanto, Gun, su amigo querido, y los demás omegas conocidos se ocupaban de servir manjares a los alfas laboriosos, limpiando cada rincón y restaurando lo que el tiempo había desgastado. Win, a pesar de los constantes regaños por su avanzado embarazo y las contracciones que lo acosaban, no cejaba en sus quehaceres. Limpio como nadie, cocinaba con esmero y con aguja en mano bordaba con delicadeza, dedicado a recuperar cada centímetro del lugar que ahora se erigía como su refugio seguro.

Rosalyn, con su arrugada y orgullosa sonrisa, frecuentaba el granero con paso decidido, observando con satisfacción cómo, poco a poco, el polvo del olvido daba paso a la resplandeciente renovación. Cada viga recobraba su lustre antiguo, cada rincón albergaba un nuevo recuerdo tejido con esmero. Pronto, el granero recobró sus años dorados, transformándose en un hogar que acogía un pedacito del alma de cada miembro de la comunidad, un testimonio vivo de su unión y solidaridad.

Poco a poco, el granero comenzó a transformarse. Las vigas resquebrajadas fueron reemplazadas por nuevas, talladas con el mismo amor y cuidado con los que el viejo alfa alguna vez había tallado las vallas que rodeaban su hogar. Las paredes desgastadas fueron fortalecidas, y las ventanas rotas fueron reemplazadas por vidrieras que dejaban entrar la luz del sol, llenando el espacio con una cálida luminosidad.

Finalmente, llegó el día en que el granero restaurado brilló bajo el sol de la tarde, sus paredes recién encaladas reflejando los colores del cielo en un espectro de blanco y azul. En el interior, Win encontró su santuario: un espacio acogedor y lleno de calor humano, donde cada rincón parecía susurrar historias de antaño y promesas de futuro.

Cada miembro de la comunidad había dejado su huella en el granero: las tablas pulidas por manos laboriosas, las cortinas tejidas con hilos coloridos que ondeaban con gracia en la suave brisa. En la mesa central se amontonaban regalos modestos pero llenos de significado: una cesta de frutas frescas de los campos de la manada, una manta tejida por Damla durante las noches de guardia, y un bordado delicado que Win había terminado entre contracciones, una obra de arte que contaba la historia de la renovación.

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