31 | 'una daga bepseana'

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En la luminosidad dorada del día, donde los rayos del sol filtraban su cálida esencia a través del bosque, Damla se erguía como maestra de un arte olvidado. Ante ella, Win, de mirada expectante y corazón agitado, recibía la enseñanza sobre el filo de la especial daga que ella le había otorgado. Aquel pequeño y afilado objeto, para el omega, encarnaba toda la cultura de Bepsea que, aunque habría querido, ya no le pertenecía, y ni siquiera la recordaba muy bien.

Con movimientos cuidadosos y una sonrisa apacible, la alfa tomó la daga y la deslizó con destreza en sus manos, como un pintor que maneja su pincel con maestría. La luz del sol danzaba sobre el acero, haciendo que el filo destellara con promesas de agudeza.

Con movimientos que eran poesía en sí mismos, la de ojos ámbar le mostró a su querido y novato estudiante cómo sostener el arma, sus manos dibujando arcos elegantes en el aire, tan ágiles que la mirada de Win no conseguía admirar en su totalidad.

—Observa, Copos... —Susurró ella, su voz tan suave como el murmullo del arroyo. —Tus brazos, aunque frágiles como los capullos en primavera, carecen de la fuerza necesaria. Sin embargo, tus piernas son como troncos de roble. Debes girar con la gracia del viento que acaricia el campo, permitiendo que el filo de la daga... —Apuntó la punta del bonito objeto directo al sol que se escondía en el horizonte, entre las colinas que rodeaban al valle, como una enorme esfera anaranjada—... encuentre su camino.

Win, con la daga en su mano, trató de emular los movimientos que la alfa le enseñaba. Sus movimientos eran torpes al principio, pero la luz rosácea del atardecer parecía acompañar cada esfuerzo, transformando cada intento en una danza armoniosa. Su rostro mostraba un cóctel de concentración y un leve rubor de incertidumbre, junto al diminuto, pero todavía presente, temblor en la punta de sus dedos al sentir constantemente la cálida presencia de Damla a sus espaldas.

Ella le acariciaba la piel de los brazos, sujetaba su cadera y lo guiaba suavemente de lado a lado, acomodaba los cabellos que caían sobre sus ojos y susurraba palabras de aliento ante la mínima acción que él realizara. A pesar de que no logró guiar bien la daga hasta que la luna estuvo sobre sus cabezas, ella no menguó en su entusiasmo ni un solo momento.

Con una mirada llena de ternura, la alfa observó al omega peliblanco con una mezcla de orgullo y cariño. Su voz, ahora impregnada de admiración, se elevó en un tono más cálido:

—Eres valiente, Copos.

Era la primera vez que ella le decía algo como eso, tan genuino y directo. Win ensanchó sus orbes, desentendiéndose de lo que sus manos hacían con la daga, y girándose con cierta brusquedad rápida para poder mirarla a la cara. Lucía sincera, y los ojos le brillaban con determinación, por lo que, sensible por su embarazo, no pudo prevenir la dolorosa manera en que su semblante se quebró, echándose a llorar.

Damla, más que acostumbrada a esas preciosas reacciones del chico embarazado, sólo sacudió la cabeza con ternura, y se acercó a rodearle con ambos brazos protectores. Win se escondió en su cuello, huyendo de aquel sentimiento desconocido que le atravesaba el corazón cada vez que pensaba que estaba haciendo las cosas bien, y olfateó de su aroma con tal de tranquilizarse.

—Más allá de lo que las palabras pueden expresar, realmente te admiro. —Continuó Damla, ahora murmurando contra los cabellos blancos que rozaban sus labios. —Has enfrentado tus temores y has desafiado tus limitaciones con un coraje que ilumina el mundo que te rodea. Y que consigue iluminar mi mundo, también.

Win, sintiendo el peso de sus palabras, sacudió la cabeza con una humildad profunda, sus ojos reflejando la lucha interna de su corazón.

—No hay valentía en mi osadía... —Susurró en respuesta él, con sus ojos brillantes en lágrimas perdiéndose en el lento danzar de la hierba que los rodeaba. —Lo que ves en mí es el reflejo de la desesperación que me consume. No soy más que un omega impulsado por el miedo y la necesidad, pues... t-todo lo que he logrado ha sido mientras huyo de lo que soy.

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