El chico del árbol

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Me gusta alejarme de todo un tiempo cada que tengo oportunidad. Por lo que ir a la laguna a sido uno de mis lugares favoritos para estar desde que tengo memoria.

Descuida. No te perderás, pues dónde comienza el bosque sería de las primeras cosas que encuentres.

Si hay algo que siempre he adorado es que nunca he visto este sitio cómo en aquellas películas, generalmente, estadounidenses donde te advierten que nunca debes ir o que estás de acampamento mientras que un oso está al asecho.

Para mí es cómo en esas películas dónde los personajes te muestran sus lugares secretos porque confían en ti.

Además tampoco tiene esa pinta pero la mayoría de las personas no pueden evitar esa tendencia tan propia de temerle al ambiente u al entorno.

Simplemente hay personas que le tienen miedo a cualquier clase de naturaleza; lo chistoso es que no le temen a la suya.

A unos pasos de la laguna hay un viejo y enorme sauce. He oído que lo vieron por primera vez hace 5 generaciones pero que posiblemente tiene muchas más.

Saque mi manta de mi canasta junto a lo demás que había traído conmigo: Un libro, galletas, jugo de moras, una toalla y ropa extra pero las dos últimas las deje guardadas.

Hoy quería leer antes de darme un chapuzón pero no conté con que perdería la noción del tiempo sumergida en las páginas.

El sol bajaba con rapidez así que debía volver antes de que se acabará la iluminación.

Al moverme de pie para seguir mi camino me detuvo un ruido extraño:

Susurros.

No le preste importancia hasta que los sentí más presentes. Intente encontrar la fuente con mis sentidos de la visión y audición pero no hizo mucha falta porqué fue entonces cuando apareció de la misma manera en la cual te despiertas apareció.

Salió del viejo sauce cómo su hubiera un euco por el pudiera pasar; No había nada parecido ahí.

Su piel tenía una especie de toque dorado pero no brillaba, sus ojos eran verdes cómo tréboles, su cabello del color de un roble y vestía a juego con él.

Era un chico.

Debía estar aterrada, debía haber salido corriendo despavorida.

Pero no hice nada semejante.

Por favor no me malinterpreten. Por supuesto que tenía miedo.

Se notaba en mi manera nerviosa de temblar cómo si derrente hubiera sentido una brisa de invierno en plena verano aunque no estaba en ninguna de esas estaciones. En como sentía mi corazón latir rápidamente, que me faltará el aire haciendo que no logrará respirar bien.

Sin embargo no huí porque me invadieron recuerdos de una niña jugando con aquel chico, nadando juntos, buscándole formas a las nubes, coleccionando piedras, caracolas, hablando de lo que sea que les viniera para mencionar, de el chico enseñándole cosas sobre las plantas, las criaturas del lugar. La manera en que se dormía en sus brazos y despertaba en el auto de sus padres.

Esa pequeña era yo.

Ahora estaba frente mí ese chico después de tantos años.

Parecía todo tan irreal pero las sensaciones, mi cabeza, su gentil sonrisa, dónde estamos desafiaban lo irreal.

Sabía que no había cambiado por dos cosas:

La primera (la más obvia) físicamente.

Cómo si el tiempo no pasará para el seguía igual de joven desde la última que nos vimos. Permitiendo enterrar lo vivido pero lo suficientemente cerca de la superficie para que volvería a salir en cualquier momento.

La segunda, era por su mirada.

Sus ojos siempre llamaban mi atención por lo preciosos que eran; con tan solo mirarlo unos instantes podías sentirte tranquilo, sentir en casa... Pleno.

Finalmente reconocí que jamás fueron sueños si no que realmente había conocido, al Chico del árbol.

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