Capítulo 8: "El primer beso"

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—¿Así que ahora tenemos lugar? —Me pregunta Abigail mientras conduzco hacia el mismo lugar al que fuimos el viernes.

—Obvio que sí —le respondo sin despegar la vista del frente—. ¿Quieres ir por un café? Yo invito.

—Si tú invitas, sí.

Me río de la forma en la que lo dice, y voy en camino hacia la cafetería.

—¿Qué quieres? A mí me gusta el pastel de zanahoria.

—Quiero uno igual. Y un moka.

Yo pido lo mismo que Abigail, y en cuanto nos entregan el pedido, nos vamos al mirador.

Abigail me pide poner música, y le cedo mi celular, que está conectado a la radio. Pone inmediatamente "You Need Me" de Mariah Carey. Mientras suena, escucho que hace pequeñas armonías. No digo nada, porque odiaría callarla.

Abigail luce tan sencilla en el asiento de mi auto, que se me olvida por un momento la Abigail de la escuela que juega a ser una diva mala. Esta Abigail es mi versión favorita de Abigail, aunque confieso, a pesar que me cueste hasta pensarlo, que me gustan todas las versiones que en este corto tiempo he conocido de ella.

Llegamos al lugar rápido, ninguna de las dos dijo nada hasta que nos detuvimos.

—Este lugar me da paz —dije reclinando mi silla.

—A mí también, muchísima —intenta reclinar su silla, pero no puede—. ¿Cómo mierda reclino esta cosa?

Me río y me inclino para hacer su silla hacia atrás.

—Es así, mira —meto la mano al costado y tiro de la palanca—. Ahí está.

Nuestros rostros se encuentran y su aliento se mezcla con el mío. Nuestros rostros se acercan lentamente, y cuando nuestros labios se rozan, tomo su cuello y la acerco a mí.

El beso comienza lento, pero luego se vuelve desesperado, como si ambas hubiésemos esperado esto por mucho. Pero Abigail no me permite seguir, y me detiene:

—Para, para—. Me separa con la mano —Esto está mal, ¿qué le voy a decir a Alynn? No, no.

Se sienta brusco y se lleva la mano a la boca con la mirada perdida.

—Hey, tranquila. No pasa nada, ¿sí? —Le digo tomando su mano, pero me la quita.

—¿Cómo que tranquila? Estás con mi amiga, una de mis mejores amigas. No, no. Qué idiota soy...

—Abigail, no es lo que tú piensas.

—¿Qué? ¿A qué te refieres?

No sé qué decirle, no sé cómo. ¿Cómo le explico que con su mejor amiga le tendimos una broma?

—A nada. Olvídalo.

—Dime. No te hagas.

—No es nada, Abigail. Olvídalo de verdad.

—¿Me llevas a mi casa?

—Sí, claro.

Al otro día, busco a Alynn para poder solucionar la situación con Abigail. No la encuentro fácilmente, es como si se estuviera escondiendo de mí.

La encuentro en la biblioteca en el receso leyendo y con audífonos puestos. Llego a su lado y le golpeo el hombro con mi dedo, se exalta un poco al verme, pero rápidamente se le suaviza el rostro.

—¡T/N, hola! —Me saluda con un beso en la mejilla.

—¿Podemos hablar? —Le digo con un tono serio esperando que comprenda la seriedad.

—Sí, claro —se quita los audífonos, cierra el libro y se endereza sobre la silla–. ¿Qué es?

Me siento a su lado.

—Tenemos que "terminar" lo que empezamos —hago las comillas con mi dedos.

—¿Qué? ¿Por qué? —Me cuestiona con el ceño fruncido.

—Porque ya no necesito seguir —bajo la voz un poco más—. Abigail me besó, nos besamos, más bien.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque le gusto, creo. No lo sé. Pero quiero averiguarlo y no puedo porque cree que estoy contigo —le explico.
—No le voy a decir nada, T/N. ¿Sabes cómo se enojará conmigo? –Alynn niega y se cruza de brazos.

—Pero se le va a pasar —insisto.

–No. No voy a decirle la verdad, T/N.

—Tienes que hacerlo. Tenemos que hacerlo.

—No lo haré —comienza a guardar sus cosas.

—Alynn, por favor —le digo suplicando—. Al menos digamos que terminamos.

–¿Y qué hay de tu ex? ¿Has pensado en eso?

—No, pero, ¿qué importa? Ya no me importa lo que pueda decir o no.

—Está bien, dile que terminamos.

—Dile tú.

—¿Yo? —Se hace la ofendida.

—Claro. Sería muy raro que se lo dijera yo, porque tú eres su amiga.

—Está bien, pero ya no podremos hablar.

—Claro, tiene sentido. Pero solo por un momento, ¿no? —Ella asiente. Escucho el timbre avisando que el receso ha terminado, así que tomo mis cosas que había dejado en la silla continua a mí, y me levanto–. Bueno, Lynn. Nos vemos supongo.

—Sí, adiós —Me dice volviendo a abrir su libro y poniendo sus audífonos otra vez en sus oídos.

Le doy otra mirada rápida y me voy.

Me pareció extraña la reacción de Alynn ese día, pero nunca me imaginé lo que iba a hacer.

Entre café y otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora