Capítulo 2: "¿Qué quieres a cambio?"

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Cada vez que corro por el campo de fútbol siento que todos mis pensamientos se esfuman, es como si no hubiese nada en mi mente, está en blanco.

El entrenador me hace jugar un partido entre las jugadoras, mi grupo va ganando.

—¡Hey, Brown! —Me llama el entrenador, que está hablando con la capitana del equipo. Me acerco a ellos —Eres buena, muy buena. Tienes que superar a los del equipo, aún así estás dentro, en banca por ahora, pero dentro. Bienvenida.

—Gracias, señor.

—Puedes irte a casa. Te veo mañana, después de clases —asiento efusivamente.

—Muchas gracias. Nos vemos.

Después de cambiarme, espero en el estacionamiento a Andrea. Hoy tenía sus pruebas de porristas, espero que le haya ido bien, porque si no, va a estar insoportable. Que sea adolescente es suficiente para mí.

Me quedo junto a mi auto un momento hasta que la veo llegar, no levanta la vista, hasta que llega junto a mí. Algo está mal, se ve mal.

—Hey, ¿qué pasa?

No dice nada, pero se abraza a mí.

—Me fue horrible, Li. No pude hacer la rueda. Una simple y maldita rueda —dice contra mi pecho—. ¿Sabes cuantas veces la he hecho? Un millón. Pero hoy no pude hacerla.

—Está bien, Andi. Quizás eso no afecte en lo absoluto —le sobo la espalda—. Vamos a casa.

Le abro la puerta del copiloto y se sube. Imito su acción.

—Lo siento, no pregunté. ¿Cómo te fue a ti, entraste?

—Sí, entré. ¿Quieres ir por café? —Cambio el tema.

—¿Y pastel de zanahoria?

—Sí, y pastel de zanahoria.

Desvío mi auto a nuestra cafetería favorita, "Coffee and love" es nuestro lugar favorito desde que lo descubrimos, yo tenía 12 y Andrea 10.

Me estacionó y desabrocho mi cinturón de seguridad, Andrea sigue con la cabeza apoyada en el asiento, no se va a bajar, así que lo hago yo.

Entro al local y de inmediato el olor exquisito a café y un leve tono de calabaza invaden mi olfato. Me acerco a la barra, pido ambos cafés y dos pasteles de zanahoria.

Cuando me piden esperar, volteo a ver por la pared de cristal para ver a mi hermana, pero antes de encontrar mi auto, mi mirada se posa en alguien que conozco. Es Abigail. Abigail y un niño pequeño.

Me acerco a su mesa.

—Hola —saludo—. ¿Es tu hermanito?

—Es mi mami —me responde el niño pequeño. Abigail abre los ojos y mira al niño y después a mí.

Me sorprende un poco, porque Abigail no se ve como una mamá y debe de tener mi edad. El niño, su hijo no debe tener más de 3 años. Pero es claro que es su hijo, su parecido es notable a kilómetros, y los niños no mienten. Abigail tiene un hijo.

Escucho que la barista me llama, mi pedido está listo.

—Ah, sí, claro. Eh, nos vemos en clases, Abigail.

Tomo mi pedido en el mostrador y me voy a mi auto.

Le doy la bolsa y los cafés a mi hermana.

Entre café y otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora