04. El despertar

19 13 1
                                    

Lake

Despacio fui despertando. Me sentí cómoda al tocar las sábanas de la cama, tal vez todo había sido un mal sueño. Todavía no abría los ojos, no quería hacerlo, quería quedarme cinco minutos más durmiendo.

Después recordé que tenía que trabajar y me senté de golpe, encontrándome con la cruda realidad de que: no estaba en mi habitación, ni tampoco en el lugar en donde me había quedado dormida.

Quería llorar, ya las lágrimas amenazaban con salir nublando mi visión. Tenía miedo porque no sabía donde estaba, otra vez, todo era un mar de confusión y frustración de donde trataba de salir. Lamentaba mucho haberme quedado dormida dentro de esa mansión.

Me limpié las lágrimas para poder calmarme. Lo primero que pensé fue que tenía que encontrar la manera de salir de ese lugar.

Pero no sería fácil. Miré mi tobillo, estaba peor que antes, no podría llegar muy lejos con él, así que me volví a recostar en la cama para poder organizar mejor mis ideas.

Sin embargo, me entretuve viendo cada detalle de la habitación y de ahí saqué una breve descripción por si la necesitaba más adelante.

Era pequeña y estaba conformada por: una cama matrimonial con un juego de dos almohadas color beige y sábanas blancas; a un costado, un tocador bastante sencillo; y por último, frente a los pies de la cama, un clóset de madera al igual que el piso y el tocador.

Tiempo después pensé: "¿Para qué escapar? Tal vez la persona que me trajo a esta cama pueda ayudarme, solo tengo que encontrarla". Una tarea que no sería fácil con un tobillo lastimado.

De la nada me llegaron unas intensas ganas de ir al baño, pareciendo que mis intestinos volvían a activar labores después de haber consumido todo tipo de bebidas hacía un rato.

Ahora era urgente salir de la habitación, que ni siquiera me importó mucho lo que me dolía el tobillo, lo opacaban las ganas de hacer pipi. Me levanté de la cama y con cuidado fui caminando hasta la puerta, la abrí y sin más comencé a buscar.

Salí a un pasillo que se asemejaba al de un hotel. Para no complicarme mucho, me pasé a la habitación de al lado; que era mucho más amplia y por supuesto tenía un baño.

Hice mis necesidades y al terminar me miré al espejo: me veía demacrada y la herida en mi sien había vuelto a sangrar... estupendo. Me lavé nuevamente la cara, procurando no tallar muy fuerte el corte para no abrirlo.

Mientras me ocupaba en arreglar mis asuntos algo llamó mi atención. Un sonido que cada vez se hacía más notorio mientras se acercaba: pasos.

Me giré enseguida, para ver de quién se trataba, era un hombre, pero solo pude ver su brazo por el ángulo de la puerta y en donde me encontraba; aunque él tampoco podía verme. Unos tres segundos pasaron cuando su brazo se extendió hasta la puerta para tocar.

– ¿Puedo pasar? – Pronunció el individuo que tenía una voz aterciopelada.

– Sí, pase

En cuanto pasó el marco de la puerta pude verlo. Un hombre alto, joven, bronceado, con un cabello negro perfectamente arreglado, unos ojos grandes y cafés, pestañas largas, una barba de unos tres días, nariz larga y grande, mas no ancha, labios gruesos y cejas densas.

MalvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora