8. ¿Qué hice mal?

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Un viento frío y amargo soplaba, haciendo que los transeúntes se estremecieran y ajustaran aún más sus gruesos abrigos. Era mediados de noviembre y el invierno comenzaba a asomarse, para disgusto de Violeta.

Se encontraba cerca de una plaza del centro de la capital, frente a una no muy conocida cafetería donde quedó con Chiara en verse. El semáforo la torturó al permanecer en rojo durante lo que le pareció más de un minuto. Exhaló y observó la visible bocanada de aire escapar de su boca.

Por una vez, no pensó demasiado en la situación ni intentó analizar la conversación que tuvieron por teléfono la otra noches, simplemente esperó a que llegara el sábado mientras se ocupaba de sus asuntos habituales.

No había forma de saber en qué estaba a punto de meterse. La forma en que Chiara había hablado la noche anterior le había parecido diferente, pero a menudo las voces sonaban distintas por teléfono. Después de repasar mentalmente todas sus confrontaciones pasadas desde que se reencontraron, Violeta decidió no adelantarse a los acontecimientos.

No quería tener esperanzas ni grandes expectativas y se intentó mantener cautelosa e incluso un poco dubitativa, pues habría sido una estupidez no hacerlo.

El semáforo cambió a verde, comenzando la señal para poder cruzar la calle y con un suspiro profundo salió de la acera. Sus botas resonaban en el pavimento, dándole una apariencia de confianza, aunque no podía evitar el acelerado latido de su corazón.

Al cruzar, tuvo que sortear un grupo de turistas que se habían detenido en medio de la acera para sacarse fotos. Al ver que ninguno de ellos se movió, se abrió paso bruscamente, disculpándose con poco más que un gruñido. Dios, a veces odiaba Madrid.

Finalmente, llegó a la cafetería y abrió la puerta. Fue recibida por la calidez del local y el aroma reconfortante del café, lo que deshizo al instante la irritación que sentía, y solo por eso, sabía que había elegido el lugar perfecto para encontrarse con Chiara.

Como era de esperar, había una pequeña fila de gente que se extendía hasta la entrada. Afortunadamente, no era una de las cafeterías más concurridas del centro, ya que no era muy conocida. A menudo la visitaba durante su hora de almuerzo para escapar del caos de la oficina, así que, de forma natural, fue uno de los primeros lugares que se le ocurrió para el encuentro con su ex amiga.

Y hablando de Chiara...

Violeta miró hacia la cabeza de la cola, intentando ver si la morena se encontraba ya allí, pero ninguna cara le resultó familiar. Escaneó todo el local de una rápida ojeada frunciendo después el ceño mientras miraba su Rolex de muñeca. Las cuatro y cinco minutos.

No estaba empezando bien si de verdad quería arreglar las cosas...

Hubo un pequeño movimiento en la hilera de gente después de que alguien terminara su pedido e hizo que todos avanzasen. Violeta levantó la vista por un segundo, viendo por uno de los huecos de entre la gente un destello de un cabello castaño cortado a media altura, cosa que llamó su atención y le hizo levantar la mirada nuevamente.

Inmediatamente esquivó la cola y se detuvo en seco.

Chiara estaba sentada en el lado opuesto del local, junto a la ventana, mirando por ella. Tenía las manos alrededor de una taza de café y parecía totalmente sumida en sus pensamientos, y su expresión emanaba serenidad.

Un destello de esperanza recorrió a Violeta, pero se encargó rápidamente de disiparlo. Lo único que debía darle esperanza eran las posibles consecuencias de la conversación que estaban a punto de tener, todo lo que sintiera hasta entonces no significaba nada.

Después de recomponerse, y darse cuenta de que probablemente parecía una loca, pasmada allí mirando, se dirigió hacia la morena. Estando solo a un par de metros de distancia, Chiara pareció finalmente salir del aturdimiento en el que estaba envuelta. Violeta notó que se tensó un instante, pero enseguida soltó el aire y relajó los hombros.

Último Round // KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora