28. Un nuevo comienzo

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El silencio en la habitación era casi asfixiante, amplificando la tensión que Chiara sentía mientras esperaba. Sentada en el borde de la cama, con los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas frente a su boca, no apartaba la mirada de su teléfono. Su ansiedad parecía consumirla, extendiéndose como una corriente eléctrica por todo su cuerpo. Durante varios minutos, su mente se debatió entre apagar el teléfono por un par de horas o enfrentarse a lo que fuera que la estaba atormentando. Finalmente, respiró hondo y se obligó a recuperar algo de compostura.

Habían pasado seis días desde Navidad y desde su decisión de dejar Bang Bang Box. En ese tiempo, había intentado descifrar qué dirección tomaría su vida, reflexionando en vano sobre los próximos pasos. Pero esa noche, siendo Nochevieja, la presión por aclarar su presente y su futuro pesaba aún más. El pasado, sin embargo, seguía siendo una maraña difícil de desenredar. Sabía que necesitaba confrontarlo, aceptar las cosas que llevaba tiempo evitando y aprender a seguir adelante sin que eso la frenara. No sería fácil, pero Violeta siempre le recordaba que era un trabajo en proceso, y eso estaba bien.

El repentino sonido del teléfono interrumpió sus pensamientos. Miró la pantalla y el nombre que apareció la obligó a tomar varias respiraciones profundas antes de contestar.

A pesar de su intención de reconciliarse con su pasado, había heridas demasiado frescas para enfrentar aún.

—¿Hola? —contestó, intentando sonar tranquila.

—Hola, cariño —respondió una voz dulce y serena al otro lado de la línea.

—Hola, mamá —murmuró mientras cerraba los ojos, intentando mantener la calma.

—¿Cómo estás? —preguntó Emma.

—Bien, desde la última vez que hablamos.

—Me alegra escuchar eso.

Hubo una breve pausa.

—Perdón por no llamar en Navidad. Estaba en un camping y no había cobertura, y el trabajo ha sido una locura esta semana.

Emma soltó una risa nerviosa, y Chiara, casi sin querer, dejó que una esquina de su boca se elevara en una tenue sonrisa. Sin embargo, detrás de esa risa, sintió una punzada de tristeza. Ya se había vuelto una rutina que su madre llamara sin siquiera hacer un esfuerzo por mencionar a su padre. Siempre era "yo", nunca "nosotros".

—No pasa nada, no te preocupes —le intentó restar importancia, aunque la realidad era otra.

El silencio volvió a instalarse, pero Emma lo volvió a romper con una frase que siempre llegaba en ese día del año.

—Feliz año.

Chiara suspiró y se pasó una mano por el pelo.

—Igualmente —dijo, sintiendo el peso de una tradición que no terminaba de encajar.

Era lo mismo todos los años desde que habían comenzado a hablar de nuevo. Su madre llamaba, siempre a la misma hora, y mantenían conversaciones breves, tensas y llenas de silencios incómodos. Emma, sin embargo, nunca perdía la paciencia. Su voz permanecía dulce, casi maternal, lo que solo hacía que la morena se sintiera más dividida. En un momento, se culpaba por las cosas que había dicho en el pasado, pero al siguiente, volvía a sentirse enfadada por todo lo que había sucedido.

—¿Tienes algún plan para esta noche?

—Unas amigas han organizado una fiesta de Nochevieja, así que iré un rato.

—Oh, parece divertido. Pero ten cuidado, ya sabes cómo puede ser la gente en estas fechas.

—Sí sí, lo sé. ¿Y tú? ¿Qué vas a hacer?

Último Round // KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora