Capítulo 2

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El reloj en la pared parecía moverse en cámara lenta mientras me desplomaba en el sofá, el corazón acelerado y agitado. La llamada del abogado había llegado con una urgencia que no entendíamos del todo, y cada minuto en el coche había parecido una eternidad.

Cuando llegamos a la oficina del Sr. Rodríguez, el aire estaba pesado y frío. Nos recibió con una expresión grave que ya nos decía que no íbamos a escuchar algo bueno. Su voz temblaba mientras nos llevaba a una sala privada.

"Annie, Alex", comenzó el Sr. Rodríguez, "tenemos malas noticias. La disquera de su padre en el extranjero ha sido atacada."

Las palabras nos golpearon como una ola inesperada. Mi mente no podía procesar lo que estaba escuchando. Alex, a mi lado, se puso pálido y sus manos temblaban.

"¿Qué... qué pasó?", pregunté, tratando de mantener la voz firme a pesar de mi creciente pánico.

"Hubo una explosión en las oficinas", dijo el abogado. "Lamentablemente, su padre no sobrevivió."

Todo se volvió borroso. Las lágrimas comenzaron a caer, sin poder detenerse. La noticia se sentía como una pesada piedra en mi pecho, aplastando todo lo que conocía.

Alex, a pesar de su propio dolor, intentó ser el fuerte. "Tenemos que irnos", dijo con voz temblorosa. "Esto es demasiado para procesar aquí."

Me ayudó a levantarme, y cada paso hacia el coche era un desafío. Las calles parecían desoladas y el cielo gris reflejaba el vacío que sentíamos. En el coche, el silencio era casi insoportable.

Cuando llegamos a casa, el lugar estaba vacío y triste, como si papá hubiera dejado un hueco que nada podía llenar. Alex se encargó de las llamadas, su rostro reflejaba una tristeza profunda mientras organizaba los detalles.

"¿Cómo podemos hacer esto?", pregunté en voz baja, casi en un susurro. "Papá era todo para nosotros."

Sentados en el sofá, rodeados de los recuerdos de la música que papá amaba, intentábamos encontrar consuelo en la compañía del otro. El dolor era tan intenso que parecía físico.

"Annie, lo siento mucho", dijo Alex, su voz rota. "No sé cómo seguir adelante. Papá significaba todo para mí también."

"Lo sé, Alex", respondí, mi voz quebrándose. "Es tan difícil... no puedo creer que se haya ido."

La noche pasó lentamente, con cada minuto el dolor parecía intensificarse. Alex trató de consolarme, pero su propio dolor era claro. Nos abrazamos, tratando de encontrar algo de consuelo, aunque el vacío seguía ahí.

En medio de la noche, el teléfono sonó. Era Clara, mi mejor amiga, llamando preocupada. La noticia ya había circulado.

"Annie, ¿estás bien?", preguntó Clara con preocupación. "He escuchado lo que pasó. Estoy aquí para ti."

"Gracias, Clara", respondí, con la voz temblando. "Es todo tan abrumador."

"¿Necesitas algo? ¿Puedo hacer algo por ti?", preguntó con sinceridad.

"No, solo necesito tiempo para procesar esto", dije, tratando de mantener la calma. "Estoy con Alex, tratando de encontrar un sentido en todo esto."

Colgué la llamada, el eco de la conversación resonando en la habitación vacía. El día del entierro llegó con una tristeza profunda. La mañana estaba nublada y el viento frío parecía reflejar nuestra pena. Nos dirigimos al cementerio con un peso en el pecho.

El ataúd, rodeado de flores blancas, estaba en el centro, rodeado de familiares y amigos. Las palabras de consuelo y los abrazos no eran suficientes para aliviar nuestro dolor. La ceremonia fue un borrón de emociones, un desfile de recuerdos.

El momento más difícil fue cuando el ataúd comenzó a bajar hacia la tumba. El sonido de la tierra y las cuerdas era una confirmación dolorosa de que papá ya no estaría con nosotros.

"No... no quiero que lo bajen", murmuré entre sollozos. "No quiero decir adiós."

Alex, con lágrimas en los ojos, me rodeó con sus brazos. "Lo siento, Annie. Sé que es difícil. Estoy aquí contigo."

Mientras el ataúd descendía, me aferré a un recuerdo especial con papá. Recordé una tarde en la que, mientras él tocaba el piano, yo me acomodé a su lado. La música llenaba la habitación y él me tomó de la mano, diciéndome: "Annie, siempre serás mi pequeña estrella. La música nos une, sin importar la distancia."

Esas palabras fueron un consuelo en medio del dolor. Aunque el dolor seguía siendo fuerte, también encontré algo de paz en esos recuerdos.

Finalmente, el ataúd llegó al fondo de la tumba, y el sonido de la tierra cubriéndolo fue un lamento final. La imagen de papá enterrado era un golpe final a mi corazón.

La ceremonia terminó y regresamos a casa, cargados con una tristeza profunda. Alex, con los ojos hinchados por el llanto, trató de ser fuerte por mí. En casa, el vacío era abrumador. Cada rincón parecía lleno de ecos de la presencia de papá.

El día siguiente al entierro amaneció con una grisácea melancolía. La casa seguía impregnada del eco de nuestra pérdida, y el vacío que había dejado papá era aún más palpable. El tiempo parecía haberse detenido, con cada hora que pasaba aumentando la sensación de desesperanza.

Annie había pasado la noche en su habitación, hundida en el silencio. Su dolor parecía tan profundo como un abismo sin fin, y yo no podía evitar preocuparme por ella. Al abrir la puerta de su cuarto, la encontré acurrucada en la esquina de la cama, con lágrimas interminables corriendo por sus mejillas.

"Annie", dije con voz suave, acercándome a ella, "¿estás bien?"

Ella no respondió, sólo se encogió aún más, como si el mundo entero hubiera perdido su color y calor. Me senté a su lado, intentando no invadir su espacio, pero sintiendo la urgencia de estar cerca.

"Lo siento tanto", susurré, colocando una mano en su hombro. "Sé que esto es muy difícil."

Ella levantó la vista, y sus ojos estaban llenos de un dolor tan profundo que casi me sentí como si estuviera viendo el océano en tormenta. "Alex... no sé si puedo seguir con esto. Todo parece tan oscuro. Me siento perdida."

El corazón me dolía al ver su sufrimiento, y era como si una presión insoportable estuviera aplastándome. "Annie, entiendo que sientas esto ahora. Es normal sentirse así. Pero necesitas saber que no estás sola en esto."

"¿Cómo puedes decir eso?" Su voz estaba quebrada, casi como un susurro. "Papá ya no está aquí. ¿Cómo podemos seguir adelante sin él?"

"No tienes que hacerlo sola", respondí con firmeza. "Estamos en esto juntos. Papá querría que siguiéramos adelante, que encontráramos una manera de vivir a pesar del dolor. No puedo prometer que será fácil, pero lo haremos juntos."

Annie cerró los ojos, y un temblor recorrió su cuerpo mientras su llanto se intensificaba. Vi cómo su desesperación se transformaba en un profundo sentimiento de desesperanza, y mi corazón se rompía con cada sollozo que salía de ella.

"Me siento tan perdida, Alex", dijo entre sollozos. "No quiero vivir así."

La desesperación en su voz me hizo sentir una mezcla de tristeza y determinación. Me acerqué más, rodeándola con mis brazos en un abrazo firme pero suave. "Annie, sé que esto parece imposible ahora, pero te prometo que encontraré una manera de ayudarte. Papá nos enseñó a ser fuertes, y aunque ahora no lo sientas, tienes una fuerza dentro de ti que te ayudará a superar esto."

Annie parecía escuchar mis palabras, aunque su dolor no desapareció de inmediato. Me aferré a ella con firmeza, dispuesto a estar a su lado en cada momento oscuro que vendría. Sabía que la vida no sería fácil sin papá, pero juntos encontraríamos la manera de seguir adelante y honrar su memoria.

Reconstruyendo el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora