Día 10: Cupido y Psique

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Para Cupido el amor era algo que te llegaba tarde o temprano. Claro que no siempre de la forma que uno esperaba, y es por eso que recorría el mundo de los mortales constantemente, el paso de cronos le había dado la oportunidad de reconocer gestos, señales y hasta intenciones a las que simplemente con un pequeño empujoncito de parte suya servirían de combustible para los romances más apasionados, incluso entre dioses su flecha era temida, después del infortunio del propio Apolo, y al que aún se le ve admirando los laureles cuando cree que nadie lo ve. 

Solo su madre, Afrodita, parecía ejercer cierto poder sobre su juicio, como diosa del amor y fuente de todo tipo de sentimiento asociado a este disfrutaba su vida entre manteniendo a raya a los fútiles enamorados y a aquellos que le rendían tributo.

Todo eso cambiaría cuando las noticias de un reino no muy lejano despertaron su interés, pues se decía que un rey tenía por hija a la joven más hermosa que se haya podido ver sobre la tierra.

Siempre dicen eso —le comentaba a Helios cuando le trajo la noticia— pero termina siendo solo la mitad de cierto, los mortales se dejan sorprender por cualquier  rasgo promedio, tan acostumbrados que están a esta suerte de vida mediocre

Quizás, pero prestaré especial atención en el siguiente amanecer para comprobarlo con mis propios ojos.

Y aunque en ese momento solo fue un rumor, las habladurías en el Olimpo se hicieron cada vez más notorias sobre el mismo tema de conversación, una joven cuya belleza eclipsaba la aparición de Nyx, con rasgos más finos que la Ninfa más hermosa, con unos ojos tan imponentes que ni Afrodita podría mirarla a la cara.

Para la diosa del amor fue un verdadero problema al notar que el templo alzado en su favor cerca a ese lugar ahora no tenía más visitantes debido a la existencia de esa princesa. ¿Quién podría existir siquiera que pueda competir con su belleza? Era imposible.

— ¡Oh mi buen cupido! —le llamó la diosa una tarde— Tengo una tarea importante para ti

¡A tus órdenes madre! —sus alas blancas vibraron de la emoción— Mi arco y flecha están listos para seguir tus indicaciones ¿de quién necesitas que me encargue?

— Baja donde los mortales y encuentra el reino más al este del Olimpo, ahí yace un rey con una hija que intenta competir con mi propia belleza, ve y encárgate, haz que se enamore de una criatura horrenda, para que pueda entender que no debe ponerse al nivel de los dioses.

Así será, madre.

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Al llegar al lugar indicado, encontró la habitación de la joven en la parte más alta de ese castillo, se coló por el balcón y flecha en mano se preparó para seguir el plan que su madre le había encomendado.

Un dulce aroma a menta fresca le invadió y con la curiosidad por delante, se acercó a la cama con cautela, únicamente para notar que sobre esta con el cuerpo enredado entre sábanas descansaba una joven de una belleza impresionante. 

"No me extraña que mi madre esté tan celosa", pensó al verla, su tez casi blanquecina resplandecía tenuemente a la luz de la luna que se colaba por el balcón, sus  cabellos negros parecían de seda y aunque no podía ver sus ojos, tenía la seguridad que aquella mirada debía ser imponente e igual de hermosa.

Mientras pensaba en esto la joven que dormía se acomodó para darse la vuelta, creyendo que su presencia la estaba despertando Cupido trastabilló al querer retroceder y cayó, sintió un ardor a la altura del pecho y notó con horror como su propia arma le había herido en el pecho.

Wenclair Mitológico - Reto Julio 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora