El demonio de Hogwarts

Capítulo 4.

Tanya el Demonio de Hogwarts, Capítulo 4.

Hermione Granger siempre ha destacado como un prodigio y un genio. Desde pequeña, supo que era diferente al resto y atribuyó su singularidad a su inteligencia sobresaliente. Creía que los demás niños no la comprendían ni apreciaban debido a su propia falta de perspicacia. Por este motivo, cuando se le presentó la oportunidad de asistir a un campamento para genios, no dudó ni un segundo en aceptarla. Después de todo, si el problema residía en la falta de inteligencia de los demás niños, entonces rodearse de otros jóvenes talentosos seguramente resolvería el inconveniente.

Con demasiada frecuencia, la realidad resulta decepcionante. Para una niña de 9 años como Hermione Granger, regresar a casa después de que incluso otros niños inteligentes, prodigiosos, y destinados al éxito la ignoraran en el mejor de los casos y la humillaran en el peor, no fue la mejor experiencia. Después de ese fin de semana, llegó a casa, subió las escaleras y, antes de siquiera cambiarse, apoyó su cabeza en la almohada y gritó. Gritó una y otra vez hasta que le faltó el aire, hasta que le dolió la garganta. Lloró hasta que sintió sus ojos hinchados y la almohada empapada. Cuando se quitó la ropa y se dirigió a la ducha, siguió llorando, pero esta vez en silencio, oculta bajo el agua caliente. Simplemente, lloró.

Una Hermione Granger de once años que se acababa de despedir de sus padres, respiraba lentamente luego de cruzar el portal del andén 9 y ¾, resignada por tener que abandonarlos. Después de todo, esta era una oportunidad, la oportunidad que había esperado toda su vida. Siempre supo que era diferente, que era especial. Cuando era más pequeña, pensaba que su inteligencia era la razón por la cual el resto de los niños la detestaban y sentían celos. Pero ahora, sabiendo que incluso los niños listos la odiaban, entró en una profunda depresión.

Su vida era monótona y aburrida, el mundo era gris y sin emoción, todo seguía igual hasta que recibió una notificación inesperada, una carta de Hogwarts. Cuando tuvo la carta en sus manos, cuando la leyó y comprendió su significado, derramó lágrimas. Pero a diferencia de todas las veces anteriores en las que había llorado, esta vez fue de felicidad. Ella era diferente, un verdadero fenómeno, pero eso estaba bien. Había otros como ella, personas que la entendían, seres humanos en su misma situación y eso fue suficiente para devolverle vida y color al mundo.

Con el baúl de Hermione arrastrándose detrás de ella, sintió una mano tocándole los hombros, al voltear vio a una pequeña niña que la miraba, con unos ojos azules que eran como las joyas más perfectas, una piel más perfecta que la de cualquier muñeca y un cabello más dorado y brillante que el oro y el platino, la pequeña señaló el baúl de Hermione con un dedo.

"Puedo ayudarte, parece demasiado pesado para ti"

Hermione tardó unos segundos en comprender a qué se refería la pequeña que tenía delante y, la rubia interpretando su silencio como aprobación, levantó el pesado baúl de Hermione con una sola mano. Mientras tanto, con la otra mano llevaba el suyo propio, que Hermione notó que parecía, o mejor dicho, era mucho más costoso y grande que el suyo. Ambas caminaron hacia el interior del tren y se sentaron juntas en un compartimento vacío.

"Ese baúl era bastante pesado, como lo levantaste tan fácilmente?", pregunto Hermione, con un tono tímido, incapaz de pensar en otra cosa.

"¡Magia!" fue la respuesta contundente que recibió la peli castaña, pero Hermione no mostró signos de intimidación por lo que dijo la menor. Tomó su respuesta como una invitación para seguir interactuando y continuó.

"¿Se trata de un hechizo? ¿Un encantamiento? He leído sobre ellos en los libros, por supuesto que no he practicado ninguno, ya que está prohibido realizar magia fuera de la escuela. Sin embargo, ahora que estamos a punto de ingresar, ¿podría practicar? ¿Cómo dijiste que se llamaba el hechizo?"