Capítulo 14: El sentir de una Nieve Fresca

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Hace un año y 10 meses, En un baño de Hotel por la entrada a Ciudad Corazón




Ricardo se encontraba en el baño del hotel, apoyado sobre el lavabo, su respiración errática y sus manos temblorosas. En su mente, las imágenes de lo sucedido la noche anterior aparecían, una y otra vez, como una pesadilla de la que no podía escapar. Las palabras que había dicho, las cosas que había hecho... Lo miraban de vuelta, desde el reflejo en el espejo.


Ricardo: *horrorizado, en voz baja* ¿Qué... demonios hice anoche?


Sus manos temblaban al mirarlas, como si aún fueran capaces de revivir el acto. Su mente trataba de negarlo, de borrarlo, pero los recuerdos lo inundaban, y con ellos, una culpa abrumadora.


Ricardo: *empezando a llorar*  No... no quería hacerlo... No quería que mi primera vez fuera así... *se abraza a sí mismo, sollozando*  Soy... soy un monstruo... Violé a Glaceon...


Desgarrado entre el arrepentimiento y la vergüenza, Ricardo empezó a sollozar. Sabía que no podía decírselo a nadie; lo que había hecho no podía ser compartido, y su conciencia lo torturaba. Pensó en Alexander, en cómo reaccionaría si se enteraba, en lo que haría. La idea de la furia de Alexander y su propio desprecio lo atravesó como un frío insoportable.


Ricardo: *entre llantos, hablando solo*  Si Alexander lo supiera... intentaría matarme. *baja la mirada, derrotado* No puedo hacer como si no hubiera pasado. Ella me teme, lo vi en sus ojos. *golpeando la pared * ¡Malditas hormonas!


Con un grito de desesperación, golpeó la pared, con tal fuerza que sus nudillos comenzaron a sangrar. Su mente estaba perdida en la confusión, en una mezcla de vergüenza y una culpa que parecía devorarle el alma. Ricardo se prometió, entre sollozos y lamentos, que aquello nunca volvería a ocurrir.






Y por un momento, esa promesa parecía firme, real. Sin embargo, solo una semana después, su fuerza de voluntad se desmoronó...










Cada vez que recaía, un conflicto interno lo asaltaba, una lucha breve entre el arrepentimiento y el deseo. Pero pronto, esa voz de culpa y vergüenza comenzó a ahogarse en una ola de excusas.








Ricardo: *intentando convencerse a sí mismo* Solo... solo una última vez.



Al día siguiente, otra excusa se asomó en su mente:


Ricardo: *con voz forzada * Hace calor... *mirando a Glaceon con una sonrisa torcida*  Necesito liberar un poco de estrés...



El tiempo avanzaba, y las excusas se volvían una segunda naturaleza, un muro que le permitía continuar sin detenerse a mirar el monstruo en el que se estaba convirtiendo.

Glaceon: Un rayo de luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora