Ni un paso atrás, decían.

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A veces, solo necesito un abrazo de los que te hacen romper a llorar y sacar todo lo que tienes dentro que no ha podido salir cuando debía. A veces, solo necesito otra sonrisa para sonreír.
A veces necesitamos a alguien que nos diga que todo irá bien. Que nos haga ver la realidad, ya sabeis, por eso que dicen de que más vale una verdad que duela a una mentira que ilusione. Y esta era la realidad.
Yo lo tenía todo. Es decir, estaba bien y eso era lo que contaba. No tenía la necesidad de pasarlo mal por alguien, pero entonces sucede. Un día cualquiera en una hora cualquiera. Alguna persona estúpida entra a formar parte de ti de alguna forma estúpida. Seguramente hicieron algo estúpido como sonreirte o besarte. Entonces tu vida deja de ser tuya. Te empiezas a obsesionar demasiado. Ya no puedes escapar. Estás dentro. Has querido jugar, pero las reglas no las pones tú y entonces eso le da ventaja a él. El juego no finaliza hasta que uno de los dos pierda. Y yo he perdido. Le perdí, sin siquiera haberle tenido.

-No es bueno que una chica como tú se quede sola de noche, tan tirada.- alguien me interrumpió.

-Vaya, el del mechero y los dibujos raros. Cualquiera diría que me sigues.

-El destino.- Ahora sí le miré a los ojos.

-¿De verdad crees que el destino ha querido que esta noche tuviera que estar aquí, en algún bar cutre donde dejan a menores consumir bebidas alcohólicas mientras minutos antes bebía coca cola barata y veía a mi ex novio en las bragas de una de mis mejores amigas para encontrarme contigo?

-¿Eres feliz?

-No tiene gracia, chico del mechero.

-A veces tienes que dejar ir lo que más duele.

-Nunca le llegué a olvidar. Simplemente aprendí a vivir sin él, y entonces apareció. En una mala hora.- Nos quedamos en silencio. Yo seguía dando vueltas a aquel hielo sobrante. La cabeza me estallaba y la imagen de Cristina y David me provocaba un nudo en mi garganta.
-Creo que me iré. Se me está haciendo tarde.

-¿Sabes? Los sentimientos son como el papel. Mucha gente utiliza el papel para algo significativo; como escribir una carta o alguna información importante, esta gente le da un valor muy grande a este papel y lo protege como un tesoro. También existen esas personas que utilizan el papel para cosas insignificantes; como escribir alguna dirección o número, que después de darle el uso que necesitaban lo desechan y pierden su utilidad.

Ahora sí que me había perdido.
Le miré extrañada.
-¿Qué se supone que me quieres decir?

-nuestros sentimientos valen nada, las personas son las que ponen el valor a nuestros sentimientos, ellas son las que deciden si utilizar o guardar, si desechar o proteger, si odiar o amar.

-Creo que el acohol está haciendo su efecto.

-No deberías amar a alguien que te utiliza como un papel en el que simplemente escribe una dirección o una lista de la compra para luego ser tirada.
Deberías amar a alguien que te utilize para poesía,
alguien que escriba historias interminables mientras te hace soñar.
Con él.
Con vosotros.

Estaba temblando. No supe en que momento pasó pero, estaba sonriendo.
-Eres agradable.

-Soy realista.-Me sonrió, y pude notar complicidad en su mirada, hacía tiempo que no notaba algo así.

-Creo que es hora de irme.

-Te puedo acompañar, no es bueno que andes sola a estas horas.

-No, está bien. Vivo cerca.

-Nos volveremos a ver. Aunque podrías ir diciendome tu nombre.

-Si es verdad eso que dices del destino, nos volveremos a ver, y entonces, te diré mi nombre. Buenas noches, chico del mechero.

-Hasta la próxima, chica del cigarro.

Aquel chico me resultaba interesante.
Nunca puedes planificar una noche. Ni en casa. Seguramente nunca salga así, como tú piensas. Puede aparecer alguien, de la nada. Que te pregunte sin rodeos si eres feliz. No sabrás que responder. Y beberas más. Preguntandote por dentro que cómo coño sabe que nada funciona bien. Por eso me resultaba interesante. Podía averigüar mi estado de ánimo sin conocerme. Era como si ya supiera de antemano que no todo marchaba bien.

Por un momento me había olvidado de toda esa mierda entre David y Cristina.
Pero,
entonces le ví, apoyado en el portal con cigarro en mano.

Rompí a llorar. Me encanta esa expresión. No se dice rompí a comer o rompí a caminar. Rompes a llorar o a reír. Y creo que vale la pena hacerse añicos por esos sentimientos.

Entonces me vió.
Y ni un paso atrás, decían;
pero cuando él avanzaba,
yo retrocedía.

-David...- susurré.

Punto muerto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora