Capítulo 2

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Durante los próximos días se puso en marcha la preparación del nuevo lanzamiento, para el cual Marta había pensado en fotografiar la esencia de las mujeres a través de las figuras de Carmen, Claudia y Fina. De esta manera, pensó, el público femenino se sentiría apelado de una manera más directa.

Esa misma mañana acompañaría a Marcos, el mejor fotógrafo que conocía, con la intención de comprobar si realmente se trataba de una buena idea. Todavía seguía teniendo ciertas dudas y podía escuchar la voz de Jesús advirtiéndole de las consecuencias del fracaso para la empresa. Además, probablemente sus empleadas mostraran cierto recelo ante alguien desconocido.

Al entrar por la puerta de la tienda observó a las tres amigas retocándose el pelo y hablando, denotando un nerviosismo que la dueña entendía, pero a la vez odiaba. Debían estar impecables y mostrar su mejor porte, la empresa se jugaba mucho con esta publicidad. No pudo evitar quedarse mirando a Fina, había pasado toda la noche dándole vueltas a la entrevista que tuvieron. Desde entonces la había evitado.

—Estáis perfectas, chicas. Si os parece bien, vamos a empezar —comentó Marcos señalando a Fina.

La joven se mostró reticente, no parecía entusiasmarle la idea de tener que posar y, sobre todo, de que todo el mundo se quedara mirándola durante el tiempo que durase la sesión.

—Eres Fina, ¿verdad? —intentó calmar a la dependienta con gestos sinceros—. Verás, la idea es que te muestres tal y como eres, sin artificios de ningún tipo. Para eso necesito que dejes a un lado todos esos pensamientos que te están abrumando.

Mientras tanto, Marta era incapaz apartar la mirada de ella. El uniforme parecía hecho a la medida de su perfecto cuerpo y, de repente, concibió a Fina como una mujer en todos los aspectos. Había dejado atrás cualquier atisbo de niñez y, por algún motivo, había algo en ese despertar que atraía a la empresaria. Se dejó llevar por la sensación y la recorrió de arriba abajo. Para su pesar, los ojos con los que contemplaba a la empleada no pasaron desapercibidos para Marcos, quien seguía sin conseguir que la joven se relajase.

—Tengo una idea mejor —dijo mirando a Marta—. Marta, siempre me has dicho que te daba envidia mi trabajo, ¿no? Pues es el momento de demostrarme que sabes utilizar la cámara como te he enseñado alguna vez. Vas a ser tú quien empiece la sesión.

—¿Cómo? —hizo una pausa que dejaba entrever cierto enfado—. Marcos, esto es serio, no un juego de niños. Sabes que necesito que todo salga bien.

Ante la actitud escéptica de la empresaria, el fotógrafo se acercó y le susurró algo al oído. Fina observaba el momento con curiosidad, se sentía algo culpable del mal humor de Marta. Sin embargo, el corazón le empezó a latir sin medida cuando vio a doña Marta coger la cámara y dirigirse a ella con una sonrisa enigmática. Se había encargado de registrar en su mente cada una de las que la dueña le había dedicado a lo largo de su vida y esa misma todavía no la había dejado ver.

—Parece ser que hoy, además de tu jefa, seré algo más —le guiñó un ojo y Fina sintió cómo le temblaban las piernas —. Relájate, anda, lo último que quiero es que esto se convierta en un castigo.

—Doña Marta, ¿está usted segura de esto? —intentó recomponerse.

Tras esto, se acercó a ella, quizá demasiado, y le susurró:

—Quiero ver de lo que eres capaz, Fina, demuéstrame que no me he equivocado contigo.

Con la elegancia de quien porta un apellido así, Marta cogió la cámara y mantuvo una sonrisa compleja que, estaba convencida, surtiría efecto enseguida. Como si una especie de encanto se creara entre ambas, Fina cambió por completo tanto la postura como el rostro y se tomó su tiempo en seleccionar el perfume con el que posaría. La improvisada fotógrafa ahora tenía una excusa perfecta para seguir cada uno de sus movimientos y la fotografiada supo aprovechar la atención que le prestaba. Se permitió el lujo de colocarse el cabello a un lado, escondiendo las horquillas que lo adornaban, y clavó la mirada en el objetivo, con una seguridad apabullante. Durante unos segundos solamente estuvieron presentes ambas. A Marta lo único que le importaba era conseguir captar aquella explosión de sensaciones que Fina le estaba brindando, se olvidó por completo del fin último de aquellas fotografías, sólo podía pensar en los labios que retrataba, en el brillo de unos ojos que no parecían apuntar al objetivo, sino a quien había detrás.

La luna de mis ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora