~ Cuando diecisiete centímetros no son suficientes.
{Adaptación}
Todos los créditos a su autor original
@Thebunnyshiteu
Mejores rankings:
#18 Charlos ~ 18/08/2024
#16 Charlos ~ 26/08/2024
Alguien "normal" podría decirle a Charles que está demente, pero a él le importaba muy poco.
Apuntarse como ayudante del equipo de fútbol (lo que implicaba lavar sus apestosas camisetas y toallas) solamente para poder ingresar sin impedimento alguno a sus vestidores y observar de cerca sus posibles siguientes presas, era algo que, según sus mejores amigos, estaba calificado como "descabellado". Pero, como anteriormente se ha mencionado, a Charles le importaba realmente muy poco.
No era absolutamente nada divertido tener que cargar con una asquerosa maloliente mochila de toallas y camisetas sudadas por todo el pasillo de la universidad y en su auto para la lavandería más cercana, pero todo era gratificantemente recompensado en el momento en que sus compañeros iban a las duchas después de jugar ya a medio vestir
Charles sabía cómo disimular a la hora de pasar, cabina por cabina, en busca de sus prendas sucias y, al mismo tiempo, echar una breve mirada a los musculosos cuerpos de cada uno de los jugadores.
Checo no había recibido información falsa. Todos estaban bien dotados...Pero ninguno llegaba a sorprenderlo.
Incluso había tenido que descartar a Esteban de su lista en el momento en que supo que comenzó a salir con un chico de intercambio recién ingresado.
Así que su búsqueda continuaba tranquilamente... O al menos así fue hasta que apareció Carlos Sainz.
¿Quién demonios era Carlos Sainz?
Carlos Sainz era otro más de aquellos estudiantes de intercambio que ingresaron a la universidad a esas alturas del año.
Un niño bueno, educado, inteligente, aburrido, en exceso respetuoso, un cerebrito, rata de biblioteca, como libros... Entre otros calificativos algo más graciosos. Usaba unos grandes lentes y pantalones muy anchos y se abotonaba la camisa hasta el cuello.
También usaba sweaters increíblemente grandes y con cuello de tortuga. Carlos Sainz era el típico tipo de chico que jamás mostraba más piel de la necesaria.
Charles no tuvo absolutamente nada que ver con el chico (de hecho, desconocía su existencia) hasta que Carlos se vio obligado a hacer parte del equipo de Fútbol americano.
Contrariamente a lo que todos pensaban, Carlos Sainz era increíblemente bueno en los deportes, tan solo odiaba practicarlos, paro las chicas de toda la universidad enloquecieron cuando el muchacho se dejó ver por primera vez con el uniforme del equipo puesto.
¿Quién diría que una simple ratita de biblioteca podría tener tales muslos gruesos y fibrosos además de brazos dignos de un modelo de altura de marcas como Armani?
Sí, ni siquiera Charles se habría dado cuenta de ellos de no ser porque el chico necesitaba ganar puntos extras en área de gimnasia y educación física, ya que era en lo único que no destacaba.
Desde ese día, Carlos no pudo tener sus momentos a solas en la biblioteca cada tarde, pues las chicas le perseguían hasta en el almuerzo.
Sin embargo, Charles, aunque podía admitir que el chico tenía una cara que podría derretir los polos y unos brazos en los que te quisieras morir lentamente, no le es tan llamativo y eso era debido a que era un mojigato, el chico esperaba a que todos sus compañeros de equipo salieran de las duchas para poder ingresar él y hacer su aseo privadamente.
Charles no lo entendía, pero no le importaba.
O al menos así fue hasta ese insignificante día en el que tuvo que quedarse hasta tarde recogiendo la ropa sucia de los jugadores.
El día anterior había faltado a la universidad y, por lo tanto, a sus horas extras como ayudante del equipo, por lo que la ropa sucia se acumuló y se vio obligado a buscar formas creativas de poder llevar dos tandas a la lavandería sin morir en el intento, así que decidió (por mucha flojera que le diese) hacer dos viajes.
Y justo ahí, cuando volvía de la lavandería por la segunda tanda, vio por primera vez lo que se convertiría en el mayor de sus deseos más oscuros. Carlos se desnudaba de espaldas, sin tener la mínima idea de su presencia y sin ser pudoroso como Charles se había acostumbrado a verlo.
Y, oh, santo infierno.
Carlos era lo más jodidamente delicioso que Charles había visto en mucho, mucho tiempo.
Charles ahora se podía sentir identificado con aquellas chicas que no le dejaban en paz ni en el almuerzo. Porque el chico era... Era sublime. Joder, se había quedado sin palabras. Su piel no era pálida como la mayoría de los otros jugadores, era bronceada y se veía verdaderamente tersa y apetecible. Cada vez que se movía, incluso en lo más mínimo, los músculos de su espalda se flexionaban y salían a la vista, viéndose tan imposiblemente exquisitos que Charles estaba empezando a delirar, se podía ver a sí mismo lamiendo con dedicación cada uno de esos músculos pliegue a pliegue, quería pasar su lengua por todo ese perfecto y tonificado cuerpo de dios griego que le están causando un dolor horrible en la...
- ¡AAHH!
Charles saltó en su lugar, asustándose de modo que retrocedió un par de pasos y se resbaló gracias al agua regada por todo el lugar. Cerró los ojos un segundo, intentando recomponerse y cuando los abrió, creyó haber sido realmente muy buena persona en su otra vida, pues el enorme (realmente enorme) miembro de Carlos era lo que estaba frente a su cara en el momento que abrió los ojos.
"Madre santa, esos son mínimo veinticuatro..."
Sin embargo, tan pronto como el chico lo terminó de ayudar a levantar, se cubrió con lo primero que encontró: La ropa que recién se había quitado. Sus mejillas y las de Charles coincidieron para ponerse rojas como tomates tan pronto como se miraron a los ojos, la diferencia era que Charles tenía un par de pensamientos poco cándidos en su cabeza que eran la razón del color en sus pómulos, pero Carlos estaba en una situación completamente diferente, preocupándose más por cubrir su cuerpo que por otra cosa.
- L-lamento haberte asustado – Suspiró el chico, apartando la mirada lo más rápido posible- P-pero en mi defensa, tú me asustaste primero.
El castaño mayor suelta una pequeña risita torpe que hace que el estómago de Charles se sienta extraño. El chico era una preciosidad... Y tenía un gran, gran, GRAN amigo allí abajo. Charles empezaba a mirarlo con otros ojos.
Estaba sin palabras, no sabía qué decir. Lo único que quería era arrodillarse frente al castaño mayor semi desnudo frente a él y rogarle que le dejara exprimir hasta la última gota de un orgasmo que Charles estaría complacido de causarle con sus propias manos... Quizá su boca podría ayudar.
- ¿E-estás bien? – Preguntó Carlos, mirándolo con ojos preocupados. No traía sus lentes y sus preciosos y grandes ojos color café oscuro le estaban haciendo sentir estúpido. Había conquistado extranjeros desde Australia hasta Brasil y no podía abrir la boca frente al cerebrito nuevo de la universidad.
Cuando estamos nerviosos decimos tonterías, lo primero que se nos viene a la cabeza es la mayoría de los casos y, quizá, pasamos las mayores vergüenzas de nuestras vidas... Pero Charles sobrepasó el límite.
- ¿Me dejas chupártela?
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Yo solo vengo a dejar esto por aquí
*Se va lentamente*
Ahhhh, no se crean, les traigo este cap hoy porque está relativamente corto, espero que lo disfruten y nos leemos el domíngo o lunes, depende de qué tan rápido pueda adaptar el siguiente cap.