🤍Capítulo 14🤍+18

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Ritter

Llegué a la universidad con la misma rutina de siempre. Era mi cuarto año enseñando cerámica y cristal, y la emoción de los primeros días se había desvanecido hace tiempo. Entré al aula con mi habitual aire frío y distante, comenzando la clase sin preámbulos. Mis explicaciones sobre los fundamentos del trabajo con cerámica eran precisas y técnicas, y los estudiantes atendían en silencio, intimidados por mi presencia.

A mitad de mi exposición, una figura en el fondo del salón llamó mi atención de manera inesperada. Elena, con un vestido veraniego de estampado floral, se destacó entre los demás. Mi corazón, normalmente imperturbable, se aceleró al verla. Sentí una mezcla de emoción y una obsesión que no podía controlar. La visión de Elena ocupó mis pensamientos, pero intenté mantener la compostura. Internamente, mi mente estaba en caos, pero continué la clase sin mencionar nada. Solo cuando finalicé la sesión, permití que una leve sonrisa escapara, sabiendo que su imagen se quedaría conmigo mucho después de que el día terminara.

Al finalizar la clase, el aula quedó vacía, dejándonos solos. Ninguno decía nada, pero una sonrisa apareció en su rostro. Elevó los pies del suelo y los puso sobre el pupitre, mostrando total comodidad.

—Hola, mi querido profesor —dijo, tomando la palabra con esa voz seductora que tenía.

Subí los escalones hasta la última fila, acercándome a ella.

—Hola, querida alumna —contesté, como si fuera un estudiante más.

Ella tomó un lápiz que estaba sobre la mesa y mordió la punta con un aire juguetón.

—Profesor Ritter, me he quedado con una duda sobre lo que explicó acerca de las técnicas de esmaltado. ¿Podría explicarlo de nuevo?

—Esa información está en el manual del curso. Puedes consultarlo ahí —le respondí, siguiendo el juego.

Me acerqué al pupitre donde estaba y me posicioné a su lado, tomando uno de los mechos que se encontraba sobre sus pechos descubiertos. Con ese movimiento, logré rozar uno de ellos.

—Claro, pero prefiero escuchar su explicación. Usted lo hace todo tan interesante... —sonrió, mientras continuaba mordiendo el lápiz.

—Está bien. Repasaremos brevemente la técnica de esmaltado, pero espero que esta vez prestes más atención —dije, esforzándome por mantener la compostura, mientras ella tomó una de mis manos y la dejó sobre su pecho.

Ella se levantó de su asiento, acercándose a mí y ajustando mi traje, arreglando mejor mi corbata. Puso sus manos alrededor de mi cuello y acercó sus labios peligrosamente a los míos.

—Le prometo que esta vez lo haré —susurró, mientras mantenía un juego con el roce de nuestras narices.

No pude resistirme; sosteniéndola de la cintura, la atraje hacia mí, juntando nuestros labios.

—¿Y qué pasará si no lo haces? —pregunté, mientras la abrazaba por la cintura, sintiendo la intensidad de la situación.

—Voy a dejar que me castigues —dijo ella, con un brillo travieso en sus ojos.

A pesar de la tensión, ella se separó de mí en un rápido movimiento. Me quedé aturdido por lo que acababa de suceder; intenté alcanzarla, pero fue mucho más rápida.

Se acercó a la puerta de entrada y la cerró. Luego caminó hacia mi escritorio y se sentó sobre él, manteniendo las piernas contra la silla y palmeando con la mano mi silla.

Observé cada uno de sus movimientos mientras bajaba lentamente las escaleras, deshaciendo el nudo de mi corbata. Ella metió sus manos debajo de su vestido y comenzó a retirar su ropa interior. Luego, con una mirada seductora, me pidió que extendiera las manos; le hice caso y ella depositó su ropa interior en mis manos.

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