🤍capítulo 18🤍+18

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Elena

Ser la Muerte encarnada en un cuerpo humano me hacía sentir como una extranjera en mi propia piel. Aprendí a ocultar mi verdadera naturaleza y a fingir emociones humanas. Pero el amor, una emoción tan compleja y profundamente humana, era algo inesperado para mí. Ahora, amaba a un hombre que había estado en coma y que, al despertar, me miraba con una devoción que hacía que mi corazón, o lo que tuviera en su lugar, latiera más rápido.

El cuarto estaba lleno de una energía extraña, tensa. No solo por la presencia de Alder, sino también por las personas que acababan de entrar. Mis ojos se encontraron con los de Lukas Voinescu primero, y una serie de recuerdos se dispararon en mi mente como un relámpago.

Lo conocí en una galería de arte en un tiempo que ahora parece lejano. Recuerdo cómo observaba las pinturas con una mirada crítica y una postura rígida, evaluando tanto el arte como a las personas alrededor. Nuestra conversación fue breve pero significativa, como un eco de un pasado aún más distante.

Porque antes de eso, mucho antes, lo había visto en un orfanato. Él no me recordaba, claro, yo era diferente entonces, y los años habían cambiado su rostro. Pero yo lo recordaba. Recordaba su desesperación, su ira, la manera en que había buscado algo a lo que aferrarse en medio de un mundo que parecía haberlo abandonado.

Ahora, al estar frente a él, volví a sentir esa conexión incómoda, como si los hilos del destino nos hubieran tejido juntos de alguna manera que ninguno de los dos entendía completamente.

—Lukas —dije, extendiendo mi mano hacia él en un gesto formal que ocultaba la maraña de pensamientos que me atravesaban.

Cuando tomó mi mano, sentí la firmeza de su apretón, pero también algo más. La manera en que su pulgar rozó mi piel fue casi imperceptible, pero ahí estaba, un gesto que podría haber pasado desapercibido para cualquiera, pero no para mí. Había una tensión en su mirada, una especie de reconocimiento que ni él mismo parecía entender.

—Elena —respondió él, su voz controlada, pero con una suavidad que me dejó pensando.

Nos mantuvimos así un momento, nuestra mirada entrelazada, antes de que soltáramos las manos. El aire entre nosotros parecía haberse cargado con una energía extraña, difícil de definir. Pero antes de que pudiera procesar lo que significaba, ya estaba saludando al otro hombre.

Garrett Foster, el vicepresidente de Alemania, era conocido por su ambición sin límites. Aunque no lo conocía personalmente, su fama era bien conocida. Al estrechar su mano, sentí un apretón más firme y decidido que el de Lukas. Mientras nuestros ojos se encontraban, percibí algo en su mirada que no pude identificar completamente.

Había una sensación extraña, una conexión intrigante que no podía descifrar. No era incomodidad, sino más bien un enigma. Aunque estaba frente a su amigo y yo era la novia de Alder, su mirada lo decía todo. Su sonrisa era cortés, pero sus ojos parecían analizar algo más profundo. La sensación persistió, como una chispa de algo desconocido, mientras nuestras manos permanecían unidas un poco más de lo necesario. Mantuve la compostura y respondí con una sonrisa educada, pero por dentro me preguntaba qué estaba sintiendo en ese momento.

Cuando finalmente solté la mano de Garrett, sentí un alivio momentáneo, pero la inquietud permaneció. A mi alrededor, todos parecían intentar actuar con normalidad, pero yo sabía que había algo más. Sabía que tenía que estar alerta, porque en mi experiencia, nada es tan simple como parece.

Tres días después

El sol de la tarde se filtraba a través del parabrisas mientras conducía de regreso a casa con Alder a mi lado. Con el hospital atrás, el auto se sentía como un refugio. Alder, recién dado de alta, estaba de vuelta en el mundo exterior, y su presencia en el coche recordaba todo lo que habíamos pasado y lo que aún nos esperaba.

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