🤍capítulo 19🤍+18

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Elena

El sol de la tarde doraba el jardín mientras caminaba, una sonrisa ligera en mis labios al observar la casa de campo. El aire fresco me acariciaba el rostro y el aroma de las flores en plena floración llenaba mis sentidos. Mientras avanzaba, mi mirada se perdía en el paisaje, y de repente, un rincón de mi memoria comenzó a despertar.

Me encontré inmersa en recuerdos de vidas pasadas, imágenes vívidas de un jardín similar, pero con un aire más alegre y desenfadado. Corría por ese jardín con cinco chicos, riendo y jugando como si el tiempo no tuviera dominio sobre nosotros. Sentía el calor del sol sobre mi piel y la sensación de libertad. En un instante que parecía capturado en la eternidad, uno de esos chicos se detuvo frente a mí. Nuestras miradas se encontraron, y con una intensidad inigualable, me besó con una pasión que parecía desafiar el paso del tiempo.

El recuerdo se desvaneció tan rápidamente como había llegado, dejándome con una sensación agridulce, como si una parte de mi alma hubiera vuelto a conectar con algo profundo y añorado. Con una suave exhalación, volví a concentrarme en el presente, sintiendo la cálida brisa y el confort de la familiar casa de campo.

Mientras me sumía en esos recuerdos, una presencia cálida me envolvió por la espalda. Me sorprendió el contacto repentino y me giré lentamente, sintiendo el latido acelerado de mi corazón. Al darme la vuelta, encontré a Luther mirándome con una sonrisa traviesa y cariñosa.

"Aquí está uno de los cinco chicos "pensé, sintiendo un escalofrío de emoción al reconocerlo.

Luther me miró con ternura y, antes de que pudiera reaccionar, me besó suavemente. El beso fue un dulce recordatorio de los momentos felices que habíamos compartido en el pasado.

—Pensé que te gustaría esto —dijo Luther, con una sonrisa que iluminaba su rostro—. ¿Te gustaría acompañarme a un lugar especial?

Aún envuelta en la calidez de su abrazo, asentí con una sonrisa.

—¿Qué tienes planeado? —pregunté, intrigada.

—Solo espera y verás —respondió Luther con un guiño.

Me tomó de la mano y me condujo a través del jardín, guiándome hacia un rincón encantador donde los otros cuatro chicos estaban terminando de preparar un picnic sorpresa. Las mantas estaban extendidas, y los cestos estaban llenos de delicias. Ellos se movían con entusiasmo, agregando los últimos toques.

—¡Sorpresa! —exclamaron al unísono cuando me vieron llegar.

Mi corazón se desbordó de felicidad al ver la dedicación que habían puesto en preparar esta sorpresa para mí. Con una sonrisa que no podía contener, me lancé a sus brazos, abrazándolos a cada uno con cariño.

—No puedo creer que hayan hecho esto —dije, mi voz temblando de emoción—. ¡Gracias por todo!

Uno a uno, les di un beso a cada uno de ellos, sintiendo la calidez y el amor que compartíamos. Cada beso era una promesa silenciosa de que, a pesar del tiempo y las vidas pasadas, nuestra conexión seguía intacta.

—Esto es perfecto —dije, mientras me sentaba con ellos en el picnic—. No podía pedir una mejor sorpresa.

Luther se sentó a mi lado, su mano entrelazada con la mía, y los otros chicos se acomodaron alrededor, todos felices de compartir este momento especial. La tarde continuó con risas, anécdotas y el cálido abrazo y el amor, rodeada por la luz dorada del atardecer.

Recostada en el pecho de Zelig, me sentía envuelta en una sensación de paz y felicidad. Sonreía mientras escuchaba las bromas y comentarios de mis cinco novios. Cada palabra, cada risa, me recordaba por qué los había amado a lo largo de las vidas y por qué seguía amándolos ahora.

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