-cap. dos

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a/n: este capítulo contiene una escena de violencia leve. aunque no es de naturaleza extrema, quería informales por si prefieren omitir esta parte.

— ¿Listo? — preguntó Enzo, posando una mano en el hombro de Julián en señal de apoyo.

El día había llegado, y con una renovada sensación de paz y determinación, Julián sabía que no podía posponer más lo inevitable. El sol de la mañana apenas había comenzado a iluminar Buenos Aires, y dentro de él, una claridad serena se había sentado.

Esa mañana se había levantado más temprano de lo usual, con una mezcla de alivio y expectativa dibujada en el rostro. Después de haberse cepillado los dientes, se miró en el espejo, viendo reflejada una versión de sí mismo que había recuperado la esperanza.

— Sí — Julián sonrió —. Si no vuelvo dentro de una hora, llama a la policía — añadió, medio en broma medio en verdad.

— No es gracioso — Enzo lo miro serio —. Te estoy hablando en serio, Julián. Emilia está loca, tené cuidado.

— Que sí — el cordobés rodó los ojos —. Bueno, me voy. Cuanto antes termine con esto, mejor para mi.

— Suerte, mi pichón — dijo Enzo, dándole un pequeño abrazo a su amigo.

— Pero para, boludo — el cordobés soltó una risa —. No va a pasar nada malo.

— Bueno, 'ta bien — Enzo levantó las manos —. Dale, tira.

El cordobés se despidió con un gesto de la cabeza, y salió de la habitación. Camino por los pasillos del predio hasta la salida, donde ya lo estaba esperando un auto para llevarlo a su encontró con Emilia.

Con cada paso hacia el encuentro con Emilia, Julián sentía una mezcla de nervios y alivio que le aceleraba el pulso. La brisa matutina le acariciaba el rostro, como un recordatorio suave de que estaba tomando la decisión correcta. Aunque su corazón latía con fuerza, había una sensación de felicidad tranquila que lo acompañaba, la certeza de que estaba a punto de corregir un error significativo en su vida.

A medida que se acercaba, las dudas y temores intentaban infiltrarse, pero la imagen de Aurora aparecía en su mente, brindándole una calma inesperada. Recordaba su risa, su apoyo incondicional y la conexión genuina que compartían.

Con esos pensamientos, los nervios se atenuaban, reemplazados por una determinación firme de rectificar su camino y reconquistar el amor verdadero que había dejado escapar.

Finalmente, el auto se detuvo frente al edificio donde Emilia lo estaba esperando.

— No tardo — le dijo al conductor, abriendo la puerta y saliendo del vehículo.

Camino hacia dentro del edificio, dirigiéndose hacia el ascensor. Lo llamo rápidamente, y espero impaciente a que llegara. Una vez que llegó, se adentro a este y apretó el botón con el número del piso donde Emilia estaba.

Parecía que el tiempo pasaba lento, demasiado lento para el gusto de Julián.

Finalmente, el ascensor se detuvo y sus puertas se abrieron. El cordobés camino por el pasillo, y se detuvo frente a la puerta donde Emilia estaba al otro lado. Con un suspiro saliendo de sus labios, tocó la puerta con su mano y esperó por unos segundos antes de que esta se abriera.

Emilia se dejó ver del otro lado, con una sonrisa que iba de oreja a oreja. Rápidamente, se lanzó a los brazos del cordobés, quien no se lo devolvió.

— Al fin tiempo para nosotros, amor — dijo Emilia, separando su cara del cuello de Julián para verlo a los ojos.

La fémina acercó su rostro para poder dejar un pequeño beso en el los labios de él, pero Julián giró su cabeza hacia otro lado por lo que el beso de ella paró en una de las mejillas de él.

𝐇𝐎𝐖 𝐘𝐎𝐔 𝐆𝐄𝐓 𝐓𝐇𝐄 𝐆𝐈𝐑𝐋 | Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora