-cap. ocho

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El primer partido de Argentina en la Copa América había sido un éxito rotundo. Después del gol de Julián en el minuto 49, el equipo mantuvo una defensa sólida y creó varias oportunidades más. Finalmente, en el minuto 88, Lautaro Martínez logró ampliar la diferencia al anotar otro gol, sellando la victoria con un marcador de 2-0. La hinchada argentina estaba eufórica, y los jugadores celebraban en la cancha, conscientes de la importancia de empezar el torneo con una victoria contundente.

Sin embargo, en el medio de la algarabía y los festejos, Julián solo podía pensar en Aurora. Su mente volvía una y otra vez a la imagen de ella en la gradas, la sonrisa en su rostro y la presencia que había viajado desde Argentina hasta Estados Unidos solo para verlo. La emoción de haber marcado y de ganar el partido se mezclaba con una profunda sensación de gratitud y esperanza. La victoria en el campo era significativa, pero el hecho de que Aurora estuviera ahí, apoyándolo, le daba un sentido más profundo a todo lo que había logrado.

— ¿Yo que te dije? — dijo Enzo, soltando su plato con dos tostadas en la misma mesa en la que Julián estaba desayunando —. ¿Yo que te dije? — volvió a repetir.

Al día siguiente del partido, los jugadores disfrutaban de una merecida jornada de descanso antes de su viaje a Nueva Jersey para enfrentarse a Chile. El cordobés se encontraba desayunando con la tan llamada "la banda del palo santo" en el comedor del hotel, pero su mente estaba en otro lugar.

Apenas podía concentrarse en la conversación que lo rodeaba, absorto en la idea de ir al hotel donde Aurora se estaba hospedando. Después del partido, ella y Emma se habían marchado rápidamente, dejándolo sin la oportunidad de acercarse a ella.

Mientras revolvía su café distraídamente, Julián no dejaba de pensar en lo que iba a decirle a Aurora, en cómo podría expresar todo lo que sentía y como recuperar el tiempo perdido. La determinación de verla y hablar con ella crecía con cada minuto.

— ¿Nos vas a decir que le dijiste o te vas a seguir haciendo el misterioso? — preguntó el Cuti.

— Que Rory iba a venir — respondió el porteño con una sonrisa satisfactoria —. Y vino.

— ¿Rory esta acá? — preguntó Licha, confundido.

— Sí, Julián le envió las entradas, le pago los pasajes de avión — enumeró Enzo —. Hasta le pago los hoteles.

— ¿Y vino posta o solamente ustedes están delirando? — preguntó Nahuel con una ceja levantada.

— Si vino — dijo Julián —. Estaba sentada con mi familia.

— ¿Y qué haces acá, culiado? — preguntó el Cuti, exasperado —. Te vas ya a hablar con ella.

— ¿Y que carajos le digo? — preguntó Julián, ya poniéndose nervioso.

— Lo que te salga del corazón, Juli — respondió Licha, levantadose de su lugar siendo seguidos de todos menos de Julián, quien seguía petrificado.

— Pero dale, hermano — Nahuel fue hasta donde estaba el cordobés y lo hizo levantarse, pasando sus brazos por debajo de las axilas de Julián.

— Aprovecha ahora que tenemos libre y hasta dentro de unas cuantas horas no tenemos que viajar — dijo Licha.

Enzo, a todo esto, fue hacia la recepción a pedir un auto para Julián. A los pocos minutos, vio como Nahuel y el Cuti, prácticamente, arrastraban a Julián hacia la salida del hotel, con Licha detrás comiendo una factura.

— Ya te pedi un auto — dijo Enzo —. Tenés la dirección, ¿no?

— Sí, si yo elegí el hotel — respondió Julián —. Y vos te venís conmigo — agregó mirando al jugador del Chelsea.

𝐇𝐎𝐖 𝐘𝐎𝐔 𝐆𝐄𝐓 𝐓𝐇𝐄 𝐆𝐈𝐑𝐋 | Julián ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora