2. Him

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Este día pasó mayormente igual que los anteriores días rutinarios.

Se levantó un poco antes de que sonara la alarma; preparada, la apagó en cuanto la escuchó. Abrió la cortina, miró el jardín, se fue a duchar, el agua estaba más caliente que el día anterior. Se vistió con ropa muy parecida a la de ayer, excepto por sus leggins de piel color negro, botines altos negros y una blusa blanca larga que dejaba ver un poco sus pequeños senos con su sostén Stella McCartney color negro. A la empresa le era indiferente si enseñaba o no, con tal que se vistiera bien y diera una buena imagen. Recordó que su jefe la había contratado, no por sus aptitudes para el trabajo sino por su físico; se sintió algo ofendida pero debía de trabajar en algo. Si necesitáis alguien nice y mercadotecnia me habláis.

Bajó a hacerse su pan tostado que esta vez comió junto con Jinx que feliz devoró su plato. Pensó que esta vez podía tomar su espresso en casa. Se lo preparó en su cafetera de expreso italiana de metal inoxidable y lo bebió a sorbos.

—¿Te apetece café también, Jinxy? Luego ya no te voy a encontrar, gatito loco—. Jinx la miraba con sus ojos azules mientras le hablaba y meneaba su cola café de lado a lado.

Salió de su casa en su bicicleta y cuando debía dar vuelta hacia la intersección de la antigua tienda de té de Giovanna y miró hacia esa calle arbolada con esas grandes hojas amarillentas y esas residencias. Suspiró y se fue pedaleando al trabajo donde llegó cinco minutos más temprano de lo habitual. Fernando Duko la saludó y la felicitó su puntualidad, Matilda le sonrió y se generó una chispa de felicidad por ese logro. Le gustaba ser aceptada y felicitada por sus superiores. Pero eso no quiere decir que fue un día memorable, la regañaron varias veces por estar distraída viendo Pinterest en su teléfono. Matilda sólo ansiaba la hora del cierre para irse a Casa Magno.

Esa cafetería que apareció en un momento difícil, que la maravilló con sus interiores, su servicio, su música y con las personas que se sentaron el día de ayer a platicar de negocios, romance, amistad y uno que otro perdido como ella. Recordó la bebida tan exquisita y la galleta de la fortuna con la frase. Más que nada pensó en ese hombre tan guapo y tan interesante al que debía de pagarle esos $70. Sin duda una excusa para verlo otra vez.

Sacó su cartera y miró todo el cambio en billetes que había.

—Podría invitarte tu copa de champaña, chaval, —se dijo orgullosa.

Salió algo fastidiada por tanto regaño, pero al respirar el aire exterior y el olor de las jacarandas sintió el impulso de ir a la cafetería. En la entrada estaban estacionando el Ghibli rojo y Matilda lo miró por un momento embobada. Llegó y en seguida fue a la barra donde Fer la saludó.

—Hola, Matilda. ¡Qué gusto verte, otra vez!

—Dime, Fer. ¿Alguna especialidad hoy? ¿Quizás té?

—Café originario de Chiapas, —Estado de México conocido por su café—, con leche condensada, licor de almendras, caramelo líquido, crema batida, cocoa en polvo y adornado con una barrita de canela.

Matilda hizo una mueca de disgusto, no le gustaba el café en la noche porque le causaba insomnio por muy linda que pareciera esa bebida.

—O Té matcha latte con crema batida —Fer sabía que esas muecas de los clientes eran porque preferían el té y no el café.

—¿Quieres que lleve cocoa en polvo encima?

—Sí... Aceptaré el matcha, —dijo sonriendo.

—Te lo llevo ahora mismo. Ya tenemos sistema para tarjetas.

—No te preocupéis, esta vez sí tengo efectivo.

Caminó por la duela, miró por todos lados, estaba un poco más vacío que el día anterior. Buscaba a ese hombre guapo. No lo encontró y salió a la terraza donde de reojo lo pudo ver ahí sentado en la silla de madera leyendo el periódico. Una vez más vestía impecable con traje de tres piezas color azul marino, camisa azul celeste y corbata azul marino. Sus zapatos negros destellando de limpios y lustrados.

TÉ a las 8Donde viven las historias. Descúbrelo ahora