Capitulo Cuatro. El invitado

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En Berck, la atmósfera estaba tensa y agitada. Era la época del año en que se debía firmar el tratado de paz con los berserkers, y nada podía salir mal. Aunque los habitantes de Berck eran guerreros fuertes y temibles, los berserkers los superaban en número diez a uno. Era crucial que el tratado se efectuara sin contratiempos. Oswald el Agradable, el jefe de los berserkers, siempre recibía un recorrido por la isla. Aunque él insistía en que no era necesario, el jefe Estoico se empeñaba en mostrarle los lugares centrales, como la armería, el gran salón y la arena de matar dragones, entre otros sitios relevantes.

Por ello, todos en Berck estaban ocupados asegurándose de que la isla luciera en su mejor estado. Los adultos se encargaban de los preparativos más grandes, mientras que los jóvenes realizaban labores menores, como la recolección de bayas silvestres y la reparación de techos. Entre estos jóvenes se encontraban nuestros héroes, Hicca, Asther y Patapez, quienes estaban ocupados recolectando frutos silvestres. Patapez, con su habitual atención al detalle, se encargaba de dar instrucciones.

Patapez: Recuerden que debemos recolectar solo las bayas rojas y moradas. Las demás pueden ser venenosas – explicó con seriedad.

Hicca: Patapez, ya sabemos eso – respondió con una sonrisa.

Patapez: Solo me aseguro de que lo recuerden – replicó mientras señalaba la cesta de Asther, que contenía una baya venenosa.

Asther se sonrojó ligeramente, riendo nervioso.

Asther: Ups, parece que me distraje.

Hicca intervino rápidamente, tomando la baya de la cesta de Asther.

Hicca: No te preocupes, yo revisaré tu cesta antes de entregarla – dijo, guiñándole un ojo.

Asther le devolvió el guiño y se acercó un poco más a Hicca.

Asther: Gracias, Hicca. Siempre tan atenta – dijo en un tono que era casi un susurro pero a la vez coqueto.

Patapez, que había vuelto a concentrarse en su propia tarea, levantó la vista justo a tiempo para ver la interacción.

Patapez: Oigan, ¿podrían enfocarse un poco más en las bayas y un poco menos en coquetear? – bromeó.

Hicca se rió y sacudió la cabeza, alejándose de Asther para seguir con la labor.

Asther: ¿Celoso, Patapez? – dijo en un tono de insinuación, ya que sabía lo que Patapez sentía por Hicca.

Patapez: No, solo quiero asegurarme de que terminemos a tiempo – respondió tratando de mantener la compostura pero sonriendo.

Asther y Hicca continuaron trabajando, pero cada tanto intercambiaban miradas y sonrisas, disfrutando de la compañía mutua. El trabajo avanzaba, y aunque había tensión en el aire por el dilema amoroso que existía, pues ambos chicos eran conscientes de que él otro sentían algo por la chica, Hicca solo estaba al tanto de los sentimientos de Asther. A pesar de eso, los jóvenes encontraban momentos para disfrutar y relajarse, incluso en medio de sus tareas.

Mientras el día avanzaba, la cesta de Asther se llenaba con bayas correctas bajo la supervisión de Hicca, y la atmósfera entre ellos se volvía cada vez más cálida. Patapez, observando la dinámica, no pudo evitar sentir una mezcla de tensión y alivio. A pesar de los desafíos que enfrentaban, la camaradería y el afecto entre ellos eran evidentes, y eso les daba fuerza para enfrentar cualquier dificultad que pudiera surgir.

De repente, Asther encontró una baya especialmente grande y jugosa, y se la mostró a Hicca.

Asther: Mira esta, Hicca. Creo que encontré la baya perfecta.

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