XIII. Espérame

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Era 29 de enero e iba a salir a encontrarme con Werner para recoger la carta que me había enviado John. La tía Suzanne se alegró al verme hacer algo diferente que no fuera estar horas encerrada en la habitación.

—¿Vas a salir? —preguntó con cierta alegría.

—Sí.

—¿Y se puede saber a dónde?

—Voy a encontrarme con Werner. —dije de una manera muy fría.

La tía de acercó y me dio un abrazo.

—Perdón si he estado invadiendo tu privacidad estos días. —dijo aún abrazándome.

Yo me había convertido en una persona de pocas palabras, pero en ese momento me quedé pensando en lo que me había dicho John en aquella carta, entonces decidí dejar mi apatía por un momento y hablar un poco más.

—No te disculpes tía. Entiendo que solo me quieres verme mejor.
Ella me miró con cierta sensibilidad.

—Espero que te vaya bien.

—Gracias. —esta vez traté de dejar todo atrás y dejé salir una sonrisa.
Ella me devolvió la sonrisa y salí de la casa.

Era lindo volver a darme la oportunidad de sonreír y salir. El aire rozaba con mi cabello castaño rojizo, haciéndome sentir esa viveza que transmitía. Podía sentir con fervor el abrazo del viento. Me había dado cuenta que me estaba olvidando de este tipo de sentimiento. El mismo que hace meses atrás disfrutaba sin recelo.
Al llegar donde estaba Werner. Él me miró y me sonrió, sonrisa a la que respondí inmediatamente haciendo lo mismo.

—Hola, Eloise. ¿Cómo te encuentras?

—Hola, Werner. Hoy me he dado la oportunidad de ver diferente.

—¡Que bueno!, me alegro mucho —dijo—. Ten. —extendió su mano y me pasó la carta de John.

—Gracias. De verdad gracias.

—No hay necesidad de agradecer. Sabes que lo hago porque me nace del corazón —habló—. Por cierto, Eloise, John me ha pedido un favor, pero solo se llevará a cabo si tú aceptas.

—¿Qué es?

—De seguro te lo cuenta en la carta.

—¿En serio?

—No lo sé. Solo es una suposición.
Abrí la carta y comencé a leerla. John me decía que el problema con el pasaporte se había solucionado y me preguntaba si estaba lista para escapar. Pero yo necesitaba tiempo para pensarlo y tomar una decisión.

—¿Y? —preguntó Werner haciendo énfasis a la carta.

—Dice que si estoy lista para escapar.

—¿Y qué opinas?

—Necesito tiempo para pensarlo. —dije mirando al suelo.

—Cuando estés lista avísame.

—Sí.

Me despedí de Werner y me dirigí a casa. Toda mi mente estaba centrada en las palabras de John. Y si me preguntaban, claro que quería irme de aquí. Pero admitía que me daba miedo.

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