UNO

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Después de años.

«Después de años ves que sigues con vida, pues nadie a muerto al intentar olvidar, y aunque su amor dejó una llama prendida, estás a un beso de poderla apagar».

Sigues vivo.

Al final, si sanas. Cinco años jamás serían suficientes para eliminarla por completo, para eso se necesitan años, siglos quizás.

Él había aprendido a vivir con su ausencia, después de todo, la vida no se terminó cuando ella se fue dejándolo por segunda vez. La vida siguió su curso y, como es habitual, las cosas que estuvieron en constante flujo, cambiaron.

Las cosas siempre cambian, ya sean para bien o para mal. En cualquier caso, cambian, se esfuman y se convierten en algo más.

Cinco años después la historia cambia, o al menos, sus vidas si.

En un pueblo lejano a las fueras de Alaska, que la gente describe como siniestro y aterrador, la más grande central de vampiros permanece en acción. Y frente a ella está el. El dirige, porque, después de todo, él es el jefe.

—Todo está vuelto un caos —le comenta el chico moreno—. Si las cosas siguen así cosas malas comenzarán a suceder. Por ahora ellos no saben en dónde está, pero la buscan, y llegan aquí como un faro que los atrae. Ni siquiera tienen alguna pista, pero su nombre resuena por todo el submundo.

El chico de ojos verdes aprieta la mandíbula, verdaderamente incómodo ante el tema y detestando a su amigo por la mención. Aunque no duele, no es algo que desea recordar. Además, después de tanto tiempo sin saber o escuchar nada, todo es una cuestión difícil.

—No la menciones nunca más —demanda el—. Arreglaremos esto, podemos hacerlo.

—¿Estas consiente de lo que dices, Aysel? —arruga las cejas—. Abre el panorama, ve más allá de tu grandísimo ego. Esto es más grande que a lo que te has enfrentado alguna vez en tu vida.

—Y aún así lo haré, Make —se levanta de su silla, desmontando más autoridad. Aysel siempre ha sido más alto que Make, pero eso no intimida en lo más mínimo al otro chico que lo mira algo divertido por la postura autoritaria que ha adoptado su amigo. A Make le da exactamente igual, si Aysel es un cabron o no, no es su problema—. No dejaremos que entren en Osfort, abra equipos en cada entrada y salida, cualquier alerta sobrenatural será inmediatamente eliminada. Si no responden por las buenas, aplicaremos violencia bruta.

—¿Vas a matar a cientos de sobrenaturales? ¿En serio? —arrugó las cejas, un poco incrédulo, pero a la vez esperándolo—. Se supone que la clave no solo protege vampiros, si no también cualquier otro sobrenatural. Te convertiste en el General de esta central para que las reglas jamás fueran rotas y ahora eres tú el que piensa hacerlo.

—¿Y qué otra opción hay? —se cruza de brazos, ya un poco irritado por el tema—. No hay nada más que podamos hacer, Make. Si los dejamos entrar, acabarán desde adentro con nosotros. Están cegados por el poder, por lo que buscan y no hallarán aquí. No solo protego lo sobrenatural, Make, también el mundo mortal, y todos ellos harán hasta lo imposible por conseguir lo que quieren, y en su camino, se llevarán la línea entre el submundo y el mundo mundado.

Make lo mira de cierta forma que Aysel descifra en segundos, y no hace falta más para que comience a negar repetitivamente con la cabeza.

—No, ni siquiera se te ocurra proponerlo —le dijo enseguida antes de que saliera de su boca—. Lo que te acabo de decir es lo que vamos a hacer, no hay otra opción.

Bajo un eclipse total #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora