ODIO

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Llegué a la finca al atardecer, cansada pero decidida. A medida que me acercaba a la casa, un aroma familiar llenó el aire. El inconfundible olor de Muzan. Mi corazón dio un vuelco y comencé a buscarlo, esperando encontrarlo esperándome. Pero a medida que recorría las habitaciones, me di cuenta de que no estaba allí.

En su lugar, en la mesa del salón, vi una carta negra con un sello rojo. La reconocí al instante como la carta que me prometió la noche anterior. La recogí con manos temblorosas y la abrí con cuidado. La letra de Muzan, elegante y ordenada, llenaba el papel con una poesía que parecía susurrar sus sentimientos.

"Los ojos tuyos, como la luna,
Mi luna, mi fortuna.
Tu sonrisa, estrella fugaz,
Donde pediría un deseo, sin más,
Que no te alejen de mí jamás."

Sonreí al leer sus palabras. Cada línea era un halago, cada rima una declaración de su amor. Continué leyendo, dejándome envolver por sus elogios.

"Tu risa, melodía que enloquece,
Tus manos, caricia que estremece.
Tu voz, dulce armonía,
Que llena mis días de alegría."

Al final de la carta, encontré una invitación.

"Espero y puedas irme a ver al lago en dos días."

Sonreí, imaginándome a Muzan escribiendo estas palabras con esa expresión intensa que a veces mostraba. Tomé papel y pluma, decidida a responderle con algo igualmente coqueto.

"Mi guapo y encantador Muzan,

Tus palabras son como una brisa suave que acaricia mi corazón. Cada rima tuya es una melodía que me hace sonreír. Me encantaría verte en el lago en dos días. Si por algún imprevisto no llego, sonríe a la luna por mí. Así, sabré que también piensas en mí.

Con cariño y deseo,
Aiko."

Sellé la carta y la dejé sobre la mesa, indicándole a mi cuervo que fuera a dejar la carta al lago. Me quedé un momento más en la sala, respirando el aire perfumado con su esencia, y luego me dirigí a mi habitación. Sabía que los próximos días serían intensos y llenos de problemas, pero por ahora, me permití un momento de alegría y anticipación por nuestro próximo encuentro.

(...)

Me encontraba en mi habitación, reflexionando sobre todo lo que había pasado. Mi intento de ver a Muzan fue frustrado cuando Rengoku me detuvo, invitándome a cenar con él, Sanemi, Mitsuri y Tomioka. Aunque al principio lo veía como una interrupción, la amabilidad de Rengoku y la insistencia de los demás me hicieron sentir que no podía rechazar la invitación. La cena se alargó, y a pesar de mis esfuerzos por irme, todos estaban tan insistentemente preocupados por mí que no pude escaparme. Fue cuando me di cuenta de que el sol había salido y había perdido la oportunidad de verlo.

Durante los días siguientes, volvía a mi finca y encontraba cartas de Muzan en mi escritorio. Cada una estaba llena de palabras dulces que hacían que mi corazón latiera con fuerza. Cada carta comenzaba con frases tan cursis que me hacían sonreír a pesar de mi preocupación:

"La luz de la luna no puede igualar la belleza de tus ojos."

"Tu sonrisa es como el sol que ilumina mi mundo en la oscuridad."

"Eres la estrella fugaz en mi cielo nocturno, la única que deseo alcanzar."

"Tu presencia hace que el viento susurre tu nombre en cada rincón del universo."

Siempre respondía a sus cartas, tratando de mantener nuestro vínculo vivo, aunque sabía que cada día se hacía más difícil para mí encontrar tiempo para ver a Muzan. Los pilares, con sus propias misiones y prioridades, parecían interponerse constantemente. Mis intentos por apurar mis tareas para poder reunirme con él eran en vano, ya que siempre había algo o alguien que me detenía.

La flor azul y los ojos carmín - (Muzan Kibutsuji || KNY)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora