ANTES DE ENTRAR

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Me encontraba sentado al final de la mesa en un salón que pretendía ser una academia, pero yo veía la verdad detrás de las fachadas. Este lugar, con sus muros cubiertos de pretensiones académicas, no era más que un campo de entrenamiento para futuros asesinos de titanes. Las Lunas Superiores estaban a mi lado, relajadas. Todo estaba bien, en teoría. Pero no lo estaba.

Aiko aún no había regresado.

La ausencia de su presencia comenzaba a carcomerme por dentro. Sentía cómo el tiempo se alargaba, cada minuto sin verla era un tormento que sólo incrementaba mi frustración. Mis pensamientos se volvían oscuros, cuestionando todo lo que había ocurrido en aquel viaje.

De repente, la puerta del salón se abrió, y entró Yoriichi, acompañado por su grupo. Estaban exhaustos, cubiertos de polvo y sudor. Hablaban entre ellos sobre lo difícil que había sido la travesía, pero sus voces se volvían un murmullo en mi mente.

No pude contenerme más. Había tratado de mantenerme en control, de poner una pared entre mi frustración y el resto del mundo, pero la presión era demasiada. Mis ojos se clavaron en Yoriichi, y antes de que pudiera detenerme, las palabras salieron de mi boca, cargadas de un veneno que apenas pude disimular.

-¿Dónde está Aiko?..-pregunté, mi voz sonando más fría de lo que pretendía.

Yoriichi levantó la mirada hacia mí, sus ojos se encontraron con los míos, y vi una chispa de algo... ¿desafío? ¿Desprecio? No lo sabía, pero la idea de que él pudiera tener la respuesta a mi pregunta, mientras yo permanecía en la oscuridad, encendió una furia en mi interior.

¿Por qué él? ¿Qué tiene él que yo no tenga? La idea de que Aiko estuviera con otro, compartiendo su tiempo, su energía, su esencia, me quemaba por dentro. Era una herida abierta que no podía permitir que cicatrizara, porque con cada latido de mi corazón, se hacía más grande.

Sentí el impulso de levantarme, de exigir respuestas, de reclamar lo que era mío. Pero, en lugar de eso, me forcé a permanecer en mi lugar, observando, esperando, calculando. Nadie debía ver mi debilidad, mi obsesión. Pero la realidad era que cada momento sin Aiko, cada segundo en que ella no estaba a mi lado, solo alimentaba ese lado oscuro en mí, ese deseo insaciable de poseerla completamente.

Ella era mía, y nadie más debía tocarla, nadie más debía acercarse a ella. Nadie, y eso incluía a Yoriichi.

Mi control estaba colgando de un hilo, y lo único que me mantenía atado a la razón era la necesidad de verla, de confirmar que estaba bien, de tenerla nuevamente bajo mi protección.

Porque aunque la amaba con todo lo que era, en este momento, ese amor se mezclaba peligrosamente con la posesión y los celos. Si alguien se interponía entre nosotros, no dudaría en destruirlo, sin importar quién fuera.

Ella era mía. Y nunca dejaría que nadie, ni siquiera Yoriichi, la alejara de mí.

Yoriichi se dejó caer en su asiento con una arrogancia que me enervaba. Su rostro, marcado por una despreocupación que solo hacía aumentar mi ira, se volvió hacia mí.

-No lo sé, y no me importa..-dijo con una indiferencia que me hizo apretar los puños bajo la mesa.-Tal vez... está con el cadente, ¿en el bosque? ¿Qué estarán haciendo? Ni idea, pero se demoran mucho...-

Cada palabra, cada insinuación, era una provocación directa, un desafío que no podía ignorar. Mi mente se nubló, las imágenes de Aiko y ese cadente en el bosque se mezclaban con mis celos, mis miedos, mis odios. Estaba a punto de perder el control. Sentí la ira trepar por mi columna, encendiendo cada nervio hasta que todo lo que quedaba era la necesidad primitiva de arrancar de raíz esa sonrisa de su rostro. Me levanté bruscamente, con los músculos tensos, listo para lanzarme sobre él.

La flor azul y los ojos carmín - (Muzan Kibutsuji || KNY)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora