DOLOR

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El rugido de la batalla retumbaba en mis oídos, pero mi mente, mi corazón, mi alma estaban fijas en una sola cosa..Aiko. Cada movimiento suyo era una sinfonía de destreza y ferocidad, un ballet mortal que dejó a su paso un rastro de titanes caídos. La forma en que sus espada brillaba bajo el sol, cortando el aire con precisión letal, era un espectáculo que solo podía describirse como divino.

Mis ojos no podían apartarse de ella. No era solo su destreza, sino la pasión, la ira contenida, la furia desatada que la impulsaba con cada golpe, con cada esquiva. Aiko no era simplemente una guerrera; era una fuerza de la naturaleza, imparable, indomable. Y todo lo que podía hacer era observar, asombrado, mientras destrozaba a los titanes que se interponían en su camino.

De reojo vi como un grupo de varias personas se escondían entre los arboles viendo como mi mujer peleaba con los titanes, la mayoría estaba sobre los arboles listos para lanzarse a atacar por si algo sucedía, suponía que eran sus compañeros por el uniforme tan similar que llevaban..Pero ahora lo que mas importaba sobre todo y con gran diferencia era ella.

Un pequeño titán, rápido y astuto, se lanzó a ella por su espalda , sus fauces abiertas listas para devorarla. Mi corazón se detuvo, un terror primitivo se apoderó de mí, empece a temblar, estaba listo para correr pero los brazos de las lunas aun enganchados a los míos no me lo permitió. No podía perderla de nuevo. No cuando acababa de recuperarla.

Pero Aiko... mi Aiko... no necesitaba ser salvada. Con movimientos tan rápidos que apenas pude seguirlos, giró en el aire, su espada trazando un arco perfecto que cortó los ojos del titán en un instante. El titán se tambaleó, ciego y desesperado, antes de que ella lo decapitara con un solo golpe limpio. Su cuerpo cayó pesadamente al suelo, y el tiempo pareció detenerse, vi como su mirada estaba semi muerta.

No tenia lo que mas la caracteriza y era ese brillo al ver algo que le gustara, aun que mucha luz se dirigiera a solo sus ojos estos no brillaron nunca..

Ella aterrizó con gracia, sus pies apenas tocando el suelo antes de lanzarse hacia los siguientes enemigos, usando como apoyo una res que llevaba en su cintura, le permitía volar y poder hacer varios movimientos que en el suelo no podría. 

Uno tras otro, los titanes cayeron bajo su espada, sus gritos resonando por el campo de batalla. Los pilares y demonios observaban con asombro, incapaces de no admirar la maestría de Aiko. Era como si el sol hubiera descendido del cielo para luchar junto a nosotros, y su luz cegadora quemaba a nuestros enemigos hasta las cenizas.

Finalmente, cuando el último de los titanes cercanos yacía muerto a sus pies, Aiko descendió al suelo, su respiración agitada pero su espíritu intacto. Parte de sus compañeros, que había estado observando desde las sombras, salió a su encuentro. Aiko, con una calma que desmentía la furia que acababa de desatar, comenzó a dar órdenes, su voz firme y segura, sin un atisbo de duda.

Estaba llena de sangre que desaparecía como vapor, su respiración agitada y su cabello semi mojado..

Y fue en ese momento, mientras la veía liderar con tanta determinación, que sentí algo que había experimentado con frecuencia desde que se fue, lágrimas. Lágrimas que quemaban mis mejillas, no de dolor, sino de pura felicidad. Una emoción tan intensa y abrumadora que apenas podía soportarla. La había recuperado. No solo su presencia, sino su fuerza, su espíritu indomable, su luz. La mujer que amaba, que había perdido y creído que nunca volvería a ver, estaba allí, viva, poderosa, resplandeciente.

-¡Aiko!..-Su nombre escapó de mis labios una vez más, pero esta vez no fue un grito de desesperación, sino un susurro reverente, lleno de amor y adoración. Ella alzó la mirada, y por un instante, nuestros ojos se encontraron.

La flor azul y los ojos carmín - (Muzan Kibutsuji || KNY)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora