The real Carlos Sainz

52 6 0
                                    

— ¡Y Pierre me dijo que las hormigas se volverían gigantes si las metíamos en la piscina! Pero me mintió... —Bufó el menor, cruzándose de brazos. Carlos rió.

— Charles, Pierre tampoco tenía idea de que las hormigas no iban a crecer si se arrojaban a la piscina. —Comentó Carlos, con la vista fija en la carretera.

— Pierre siempre miente... Pero le quiero... Es mi mejor amigo... —Empezó a balbucear el castaño, soltando pequeñas risas.— Pero Carlos... No te pongas celosos. Yo también te quiero a ti.

Carlos no dijo nada, pues su vergüenza no le dejaba.

— Es ahora cuando me dices que tú también me quieres, Carlos. —Le recordó el de ojos verdes, sonriendo ampliamente, pero sin mostrar sus dientes. Ante aquella mirada de cachorro, Carlos simplemente no pudo negarse.

— También te quiero, Charlie. —Murmuró, sonriendo, ruborizado.

Charles se calló en ese momento y los que siguieron después, y Carlos lo agradecía, pues no quería tener que morir de la vergüenza por otras cosas que pudieran salir de la boca del castaño en estado de ebriedad, donde parecía no tener filtro alguno a la hora de hablar.

Un par de minutos después, ambos estaban frente a la casa de Carlos, quien hace tan solo un par de meses vivía solo con su hermano mayor, Nico, quien le había recibido con los brazos abiertos cuando volvió del intercambio en Estados Unidos. Sus padres le habían pedido que volviese a España, pero Carlos prefirió vivir con su hermano y, después de conocer personas tan fantásticas como las que eran sus nuevos amigos, no se arrepentía de la situación.

Salió del auto, pensando que tendrá que abrirle la puerta a Charles y llevarlo él mismo hasta el interior de la casa, pero se sorprendió en cuanto el pelinegro abrió la puerta y salió por su cuenta, caminando entre tropezones hasta la entrada.

— ¡Arthur! —Gritó Charles, deteniéndose unos metros antes de llegar a la puerta.

— Charles, Arthur no se encuentra aquí, esta es mi casa. —Le hizo saber Carlos, parándose frente al castaño, quien le miró con el ceño fruncido.

— ¿Por qué me trajiste a tu casa? —Preguntó Charles, encarando una ceja.

— No tenías dónde dormir. Yo me ofrecí a darte hospitalidad porque sé que mi hermano no pasará aquí la noche, además, a él no le molestará. —Le explicó Carlos, esperando a que el menor lo entendiera.

Este sonrió.

— Si querías que durmiera contigo no tenías que inventar una excusa. —Charles soltó un hipido.— Yo hubiese venido... Si era contigo... Sin importar nada...

Carlos sintió sus orejas arder.

— No, Charles... Yo... Y-yo...

Charles abrazó a Carlos, acercando demasiado su rostro al del mayor.

— Silencio, Carlos. Despertarás a Arthur... —Susurró el castaño, mirando fijamente a los labios de Carlos, quien empezó a entrar en pánico de inmediato. ¿Y si Charles lo besaba? ¿Qué se supone que debería hacer si lo besaba? ¿Apartarlo? ¿Y si se sentía rechazado?

Pero no tuvo tiempo de pensar mucho más, pues el menor lo besó en la nariz y se apartó, tambaleándose hasta la puerta, donde empezó a golpear aparatosamente, sin cuidado alguno. Carlos tuvo que respirar más de tres veces, contando hasta diez.

El de ojos negros caminó hasta él y lo apartó suavemente de la puerta, dándole tiempo para mirarlo con una sonrisa boba y abrazarlo por la espalda, trepándose a su cuerpo como un pequeño koala.

FALOFILIA [ᴄʜᴀʀʟᴏꜱ] © ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora