Son como las ocho de la mañana, lo sé porque a estas horas ya la claridad que entra por la ventana golpea fuertemente mis pestañas y me fastidia, al menos me desperté un poco más tarde, pero igual me levanto molesta tirando todo lo que se interpone en mi camino.
Definitivamente, yo no soy una persona mañanera.
Supongo que Natalie ya se fue a su trabajo, así que abro la puerta y hay una notita sobre la madera blanca:
«Siento mucho lo de ayer :( Te dejé un pedazo de torta de limón en la
nevera».
Natalie es muy linda, no lo puedo negar y ahora me siento mal porque la ignoré toda la noche, solo espero no vuelva a organizarme otra cita a ciegas, creo seriamente que me quedaré soltera y criando gatos como mi vecino don Juancho.
Y no es como que eso me incomode.
Comiendo mi tarta de limón miro por la ventana, el gran rótulo del edificio Anderson se divisa desde aquí y me voy hacia el sillón blanco enfrente de la TV. Este es mi día a día, ver qué nueva oferta hay o ver el programa de Natalie que ya se está transmitiendo a esta hora.
Mi celular me hace dar un brinco del susto, me llevo la mano al pecho y suspiro para intentar relajarme, tengo que cambiar ese tono de música de la cucaracha.
Me levanto y voy hasta mi celular, tiene que ser muy importante como para que alguien me llame a esta hora, la única que lo hace es mi madre y solo cuando alguien se muere. Deslizo el dedo por la pantalla y veo un número desconocido.
Mi madre nunca me llama de números desconocidos.
—¿Hola? —Pregunto al descolgar, espero no sea que secuestraron a Natalie y quieren dinero, porque me les reiré y nos van a matar a ambas.
—¿Alexandra Carlin? —Pregunta una voz de hombre, bastante ronca e intimidante. Me aseguro de que sí está en su show de TV y veo que todavía no ha ni iniciado. Sí, la secuestraron, esto no puede estarme pasando a mí.
—Sí, ella habla —contesto casi balbuceando. —Lo único que tengo en el banco son 100 dólares ¿Creen que con eso la dejan libre?
Silencio del otro lado. Okey, no les gustó la oferta.
—¿Disculpe? ¿Usted aplicó para secretaria de la presidencia en la revista Anderson?
¡No puede ser! ¡Maldita sea!
—Así es... Lo... si... lo siento. —Espero este no sea el jefe. —Creí que habían secuestrado a mi amiga.
Más silencio del otro lado, escucho unos murmullos con risas, pero no logro entender. El tipo se aclara la garganta, de seguro cree que soy una lunática que hizo una aplicación desde un hospital psiquiátrico.
—Su cita para la entrevista es a las nueve de la mañana. —¿Nueve de la mañana? Miro el reloj y ya son las ocho con doce minutos. —Recibió el correo ¿Verdad? No obtuvimos una respuesta.
¿Correo? ¿Dijo correo? Yo no he revisado mi correo en ningún momento del día, por Dios.
—¡Claro! —Me aclaro garganta con una risa nerviosa. —Sí vi el correo. Estaré ahí. A las nueve.
¡Las tres divinas personas! Llegaré tarde. Voy a cerciorarme que es verdad lo del bendito email y sí, ahí está, pero ¡Dios mío! Lo envió hace unos veinte minutos ¿Quién envía un correo poco más de una hora antes de una entrevista? ¡Por Dios! En fin, hago lo mejor que puedo, me ducho rápido y me pongo mi traje de todas las entrevistas, formal y sencillo, no tengo mucho tiempo para pensar en otra cosa, el pantalón negro cubre gran parte de mis zapatos altos y observo una mancha en el borde del pantalón.
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Esposa de mi jefe © (Nueva Edición)
RomanceAlexandra Carlin es una chica recién graduada en la universidad, sin éxito en el campo laboral. Un día es contratada por fin como secretaria del presidente de una revista de prestigio a nivel internacional, Oliver Anderson, un joven apuesto de veint...