Capítulo 6

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Oliver me llama como a las tres de la tarde para darme la dirección del lugar donde se supone que «vamos a casarnos». Nunca pensé en tener una boda y ni en mis peores pesadillas me imaginé casándome con la misma ropa que fui a trabajar. Cuando llego, Oliver y David están en una banca en el despacho jurídico. No sé qué tiene que ver David, pero después me acuerdo de que sin él Oliver no hace nada. Es él quién me entrega una bolsa, pero Oliver es quién dice:

—Puedes cambiarte en el baño.

—¿Qué?

—Ve a cambiarte, no vas a casarte conmigo vestida como una bibliotecaria, tenemos que tomarnos una foto.

—Otra vez: ¿Qué?

—Alex, por favor... —Qué bueno que se sabe la palabra «por favor», pero... a ver... ¿Qué? Miro la bolsa y es un vestido, al parecer esto es más serio de lo que yo pensaba.

Carajo.

—¿Ustedes me compraron un vestido?

—Y zapatos. —Contesta David, dándome otra bolsa. —Solo escribí a una página, envié una foto tuya y me contestaron con ese modelo, espero te guste.

¡Por Dios! Sí me voy directo al baño para sacar de ahí la aberración que pudieron haber comprado. Saco primero el vestido y... bueno, me trago mis palabras, no está tan mal, es de satín y de color perla.

No puedo decir lo mismo de los zapatos, pero igual no creo que se noten.

Me quito la ropa, la dejo dentro de mi bolso y me pongo el dichoso vestido que, repito, no está nada mal. Qué suerte que traigo mi bolsa de maquillaje conmigo, así que me aplico una sombra dorada, delineado, rubor y un labial rojo.

Me miro al espejo y... definitivamente, parezco alguien el día de su boda.

«¿Qué diablos estás haciendo, Alexandra Carlin?»

—A ver, solo seis meses y esto se acabó.

O al menos así es como me intento dar ánimos. Salgo de ahí y el único que está es Satanás, David no se ve por ningún lado. Oliver me mira de pies a cabeza, pero de inmediato quita la mirada para sacar algo de su bolsillo.

—Toma —me dice. Es una cajita de terciopelo azul, frunzo el ceño y la abro, es el anillo de compromiso, tiene un diamante rojo en el centro y oro blanco alrededor, esto debió costar una fortuna.

—Arrodíllate y pónmelo tú.

—¿Qué?

—Que te postres en una rodilla y me lo pongas tú.

—No voy a hacer eso, Alex.

—Oye, al parecer esto es más serio de lo que pensé. —Me señalo a mí misma con el vestido. —Y aunque esto se acabe en seis meses, por el resto de mi vida vas a ser mi primer esposo, así que hazlo bien.

—No...

—¿Quieres que me vaya?

—No puede ser... —Lo hace, se postra en una rodilla y toma la cajita de terciopelo azul, saca el anillo y me toma la mano, pero lo interrumpo:

—No, pregúntame que si quiero casarme contigo.

—¿Qué? —Bueno, ya no puede despedirme, porque si lo hace se queda sin esposa y sin presidencia. Hago un ademán, diciéndole que se apresure. David llega por fin y mira de mí a él, da media vuelta y se retira. Satanás se aclara la garganta. —Alexandra Carlin ¿Quieres casarte conmigo?

—Eso ni siquiera tiene emoción.

—¿Y qué emoción va a tener?

Entonces una voz desconocida interrumpe. Oliver rápido desliza el anillo en mi dedo y se pone de pie.

Esposa de mi jefe © (Nueva Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora