Llego a mi jornada laboral normal, y sí, al parecer Oliver no recuerda nada, no menciona nada y sigue actuando demandante y crítico como siempre. Desde que observan que va entrando a la empresa todo el mundo empieza a correr por todos lados, nunca me acostumbré a correr por la oficina cuando él llega, así que solo lo espero con su taza de café para recibir las cinco mil órdenes del día, hoy no es la excepción.
Pero al menos Nat me consiguió mi grabadora y ahora cada que Satanás habla se la pongo en frente. Eso lo distrae, se calla y después me mira.
—¿Qué? Yo no soy una máquina para escribir todo lo que dices... dice —corrijo— a esa velocidad.
David a su lado aprieta los labios para no reírse.
—Pues espero que ahora que tiene todo grabado, señorita Carlin, sí haga las cosas perfectas, porque se le olvidó agendarme una reunión de hoy.
—No es verdad, usted mismo la canceló, señor Anderson.
—Yo no... —Entonces busco las grabaciones anteriores y ahí está: «Cancela la reunión de las once» entre otras mil cosas que dijo.
David mira de mí a él, por su gesto parece que está a punto de estallar en carcajadas y mejor se retira.
Satanás y yo estamos manteniendo el contacto visual, enarco una ceja y vuelvo a reproducir exactamente esa parte. Él está callado y finalmente dice:
—Bueno, agéndela otra vez.
Le digo que sí.
A medida que pasan los días mis obligaciones son aún mayores y tal vez sea su venganza por mi grabadora, no sé, pero me da cargos de más confianza como los de David cuando él no está. Ya me estoy acostumbrando a todo, ya casi no me tiembla el ojo y ya puedo salir más temprano si me organizo mejor y me salto el almuerzo.
Qué triste mi vida, por Dios.
Pero las facturas no se pagan solas y eso es algo que tengo en un stícker pegado en mi cubículo.
—El Sr. Anderson quiere verte, ahora mismo —dice David. Estoy concentrada en el informe de la semana y él me acaba de provocar un susto ¿Qué hice mal esta vez? ¿Se llegó por fin el día que van a despedirme?
Cierro la portátil mientras David se retira y camina hacia el ascensor. Agarro mi libreta de apuntes y con los nervios de punta camino hacia su oficina a paso firme, siento mis piernas de gelatina y las manos frías. De seguro tiene que ver con el informe de ayer que no logré terminar.
Llevo un jersey de cuello alto y me lo acomodo, porque hasta ya me dio calor. Toco la puerta y me aclaro la garganta para no sonar nerviosa. Escucho el «adelante» de su parte y abro con toda la seguridad de mentira que me acabo de recoger.
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Esposa de mi jefe © (Nueva Edición)
RomanceAlexandra Carlin es una chica recién graduada en la universidad, sin éxito en el campo laboral. Un día es contratada por fin como secretaria del presidente de una revista de prestigio a nivel internacional, Oliver Anderson, un joven apuesto de veint...