Capítulo 7

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Es Natalie quién sale corriendo a abrir la puerta, termino de calzarme y salgo de mi habitación, a medida que avanzo hasta la entrada escucho a Nat:

—¡Hola! Supongo que eres Oliver Anderson, soy Natalie, mejor amiga,

compañera de cuarto, compañera de tragos, maquillista, sexóloga...

—¡Natalie! —riño.

—De Alex —Agrega, sin ponerme atención.

—Bueno, es un placer, Natalie, mejor amiga, compañera de cuarto, compañera de tragos...

¡Seee! ¡Para estas cosas sí se presta el jefecito!

—Ya, entendimos. —digo, a mitad de la sala.

Natalie voltea a verme y Oliver me observa por sobre su cabeza, hago un esfuerzo sobrehumano para caminar con glamour sin tropezar en la alfombra, porque ya me pasó una vez. Natalie se aparta de la puerta y esbozo una sonrisa a Oliver que ni siquiera contesta por estarme revisando de pies a cabeza. De inmediato sus ojos se encuentran con los míos y, debo admitirlo, se ve impecable en un traje negro de algún diseñador que estoy segura no conozco por lo caro que es.

—¿Nos vamos? —Le pregunto cuando llego a la puerta. Él no reacciona de inmediato.

—Claro —dice, aclarándose la garganta. Natalie sonríe ampliamente y me da un abrazo murmurando un «usa protección» en frente de Oliver, solo espero que no haya alcanzado a escuchar.

Maldita Natalie.

En fin, el perfume de Oliver invade el ascensor, mi piso no tiene un elevador especial para personas como él y nos están acompañando tres desconocidos que lo ven de pies a cabeza, es solo Oliver Anderson, por Dios.

Bueno, tal vez el asombro es porque lo miran conmigo.

—No sabes cómo odio los ascensores públicos —dice una vez que llegamos al primer piso y las otras tres personas ya no son visibles. Abre la puerta del edificio donde vivo para que yo salga... oh, miren, es todo un caballero o... solo me quiere ver el trasero.

Mejor yo le abro la puerta a él la próxima vez.

Sonrío en respuesta y espero que cierre la puerta a sus espaldas, camina a mi lado por el parqueo y también me abre la puerta de su auto. Bueno, creo que lo de fingir se lo anda tomando en serio. Lo observo subir del lado del volante y después solo pone en marcha el vehículo rumbo al supuesto restaurante.

Ninguno de los dos dice nada durante todo el camino y no es ni siquiera un silencio incómodo voy a admitir. Una vez que llegamos al lugar no me sorprende el sitio lujoso con el que me encuentro: Un restaurante francés, lujoso, cabe mencionar, valet parking y es una persona del servicio la que estaciona el coche de Satanás. Una vez en la entrada del sitio, me extiende su mano y yo lo miro con una ceja enarcada; bueno, supongo que si somos esposos hay que tomarnos de las manos ¿No? Bueno, lo hago y entrelazo sus dedos con los míos.

—Bien. ¿Qué debemos hacer y qué no? —Le pregunto, digo... esto de estar casado es nuevo para mí y ni siquiera es mi esposo de verdad. Estoy nerviosa.

—Bueno, ya comenzaste a tutearme sin que yo te de permiso, así que vamos bien.

—Señor Anderson —habla un camarero interrumpiéndonos. —Por aquí, por favor.

Oliver asiente.

Seguimos al joven y nos lleva hacia una enorme mesa redonda donde está una señora muy sonriente que se pone de pie en el preciso momento que nos mira. La mujer tiene una sonrisa perfecta, su labial rojo delinea perfectamente sus labios como perfectos arcos de cupido y sus ojos son azules, más azules que los de Oliver aún ¡Pero él es idéntico a ella! Con la única diferencia de que ella tiene el cabello cobrizo. Enseguida se pone de pie el mismo señor que visitó la empresa el otro día y junto a ellos está quién supongo es su hermano y la esposa. Todos intentan ocultar sus caras de sorpresa, excepto la señora Anderson quién parece estar muerta de la emoción.

Esposa de mi jefe © (Nueva Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora