Capítulo VII: Cada vez más cerca

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POV. CARLOS

Tae Suk fue de mucha ayuda. La información que le había dado ese tal Dong Soo, resultó cierta y Nancy logró recuperar dos bases informáticas y cerrar dos páginas de compartimento ilegal entre criminales. Lo cierto es que aún estábamos lejos de encontrar la ubicación de Rodriguez y su cómplice, Seo Jin. Desde el vídeo que mandaron de TK hace unas diez horas siendo abusado, no podía pensar en otra cosa más en que el dolor que estaba pasando a manos del malnacido de Rodriguez. Le he rezado a Dios por piedad; TK no era culpable y no merecía nada de lo que le hacían. Entonces pensé: ¿por qué él? ¿Por qué TK y no yo?

Probablemente Tae Suk era ese mandado de Dios al que tanto le he rogado por que llegara. Después de todo, fue gracias a él y a Dong Soo que logramos un avance significativo en el caso de mi marido. Solo había una cosa que Tae Suk no mencionó sobre Dong Soo, y era su fuerte participación en el tráfico de drogas en Nueva York hace dos décadas, justo después de la caída de las Torres Gemelas el once de setiembre. Los artículos —a favor de Dong Soo— decían que no había hecho mucho con el dinero recibido; es más, hasta hace unas décadas, empezó a fundar empresas sin fines de lucro para ayudar a los jóvenes desempleados y a mejorar la calidad de vida entre niños y adolescentes. Luego estuvo la ley que ayudó a financiar a favor de los presos y sus derechos (al menos, para los que no cumplen cadena perpetua y a los sentenciados a años tras años por crímenes mayores).

"Carlos." Nancy asomó su cabeza en la puerta de mi despacho. "Tengo algo, pero... ya sabes..."

Asentí. "Pasa, Nancy. Y cierra la puerta."

Ella entró y activó el aislador de sonido. Era un mecanismo que habíamos generado para conversaciones con el equipo emblema de la organización a los que el grupo Alfa pertenecía. Los líderes solo teníamos acceso; entre ellos Tommy y Owen, por su experiencia en el campo y por su tiempo de servicio (edad, pero Owen sería capaz de matarme si se lo dijera en su cara. Aunque sé que no sería capaz de dejar a su hijo viudo y llorando a mares por su culpa).

"Los papeles de Sarina, están mezclados y no me llevan a nada en concreto." Suspiró. Estaba nerviosa y sus manos temblaban mientras me pasaba una carpeta. Mi entrecejo se frunció y mis ojos se entrecerraron. "Creo que nos está haciendo perder el tiempo, Carlos."

"¿Sarina?" Miré la carpeta. La abrí y vi varios puntos señalados con marcador rojo. Las direcciones eran muy distantes y estaban fuera del perímetro que la misma Sarina había señalado en las reuniones que teníamos. Cambié las páginas, pero todo era igual: lugares habitados; señalamientos y calles incorrectas. "Nancy, esto está mal. Estas no son las direcciones que Sarina marcó en el pizarrón."

Ella alzó sus cejas, luciendo sorprendida. Nancy no había participado de las últimas reuniones, así que entendía su desentendimiento. "Entonces, ¿de quién carajos son estas coordenadas?"

Miré las hojas nuevamente. La información se veía muy robótica; una de las características de Sarina era escribir a mano sus informes y redactarlos de forma natural y descifrable. Este no era el estilo de Sarina ni de lejos; pero me eran muy familiares. La escritura era muy sofisticada, casi como si habían utilizado alguna inteligencia artificial para hacerlo en su lugar. Pasé las hojas, intentando captar cualquier detalle que nos dé alguna pista. Entonces lo ví en la última hoja:

Escrito por Sarina Washintong Miles; Texas, San Ángelo.

San Ángelo. San Ángelo con tilde.

Tilde. Tilde. Tilde.

El Sargento García.

Mi respiración se cortó de golpe. Hace unos días, se calculó la posibilidad de tener a un jodido infiltrado entre nosotros porque Rodriguez parecía moverse muy rápido. Lo descarté de inmediato y dije que conocía a todos tan bien como la palma de mi mano. Confié. Confié en el Sargento García.

Buscándote (NO CORREGIDA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora