Chico Mafia

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Se removía con fuerza mientras las manos de aquellos hombres lo sujetaban cada vez más fuerte

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Se removía con fuerza mientras las manos de aquellos hombres lo sujetaban cada vez más fuerte. Sus gritos e insultos eran amortiguados por la cinta en su boca. Y por mucho que lanzaba patadas era imposible comparar los esfuerzos de un chico de apenas 1.65, contra dos gorilas de 1.80. 

Estaba jodido.

Por el pasillo llenos de rejas, se empezaron a perder aquellas celdas normales, para dar paso a puertas metálicas con apenas una pequeña ventana. Una puerta al fondo se abrió con cautela, y aquellos dos hombres lo aventaron al interior de esa celda. Sentía miedo y frío. Su cuerpo había impactado fuerte contra el piso, aturdiendo su cabeza. 

Quedó tendido unos segundos, hasta que una tenue luz se encendió y delante de él solo pudo ver unos pies descalzos, con el borde de un pantalón color naranja. Se volteó para quedar boca arriba y ver de quién se trataba la persona delante de él. 

Un ángel recluso, ese había sido su primer pensamiento al ver el hermoso rostro del hombre que lo veía de pies a cabeza, comiéndose todo su cuerpo con la mirada. Se incorporó a como pudo, quedando semi arrodillado delante de aquél extraño, con sus piernas en una perfecta doble be con su vista empañada por las lágrimas de los nervios. 

Limpió sus ojos con sus hombros, a cómo pudo tratando de adaptarse al ambiente. El hombre acercó su mano a su rostro, esta se veía con la venas perfectamente marcadas, gruesa y grandes. Tocó su mentón con uno solo de sus dedos, y fijó su vista en su rostro para no perder detalle de él. 

Su cabello era largo y oscuro como la noche misma, sus labios finos y rojos que le sonreían de una manera retorcidamente hermosa, sus ojos… podría decir que parecían los de un gatito, si no fuera por que lo veía de una forma hambrienta, como los de un puma. 

Deslizó su dedo por encima de la cinta, hasta llegar al borde de ella y quitarla de un solo jalón que lo hizo chillar de dolor. 

—¡Mierda! ¿Por qué carajo hizo eso? —Se quejó, sintiendo el área picar— ¿Quién demonios es usted?, esos idiotas van a lamentarse, mi jefe va a matarme… ¿Por qué estoy en una maldita cárcel?

El azabache lo observó con asombro… Era un chico. Lo observó con curiosidad, no se veía asustado, solamente preocupado. El pequeño peli rosa de cabello bastante largo alzó nuevamente su mirada hacia él; sus labios gruesos bañados en balsamo, sus ojitos rasgados, su nariz pequeña y todo el contorno de su rostro, era hermoso. Bajó por su cuerpo, la blusa ombliguera que llevaba dejaba a la vista un perfecto abdomen plano sin ningún abdominal, era liso y estilizado como el de una chica, que también lucía hermoso en contraste con su cintura, en la cual se tallaba una falda a cuadros. El chico andaba vestido como una puta colegiala, con calcetines hasta sus tobillos y zapatos deportivos. 

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