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septiembre de 2005

Tom empezó a correr por los pasillos de la escuela lo más rápido que podía. Alguien acababa de decirle que su hermano había sido golpeado por tres chicos mayores. Lo habían atacado en el baño de chicos.

¡Hinojo! Deberías ir al baño de chicas. ¡Hinojo! ¡Hinojo!

¡Los mataré! ¡Los mataré a todos! Tom se decía a sí mismo mientras seguía corriendo. Le había preguntado a Georg, su mejor amigo, quiénes eran esos tres chicos, pero no supo responder. Eran más grandes que él de todos modos.

—Lo siento Tom, debí haberte avisado antes... o al menos podría haber hecho algo para evitarlo. Disculpa. 

—No te preocupes. El dijo.— La tarea de protegerlo recayó en mí. Y no lo hice.

Continuó torturándose y culpándose por lo sucedido. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Se quedó sin aliento, pero no se rindió. Continuó corriendo impávido hasta llegar a su destino. Abrió la puerta con la palma de la mano para acceder. Se encontró ante seis puertas, todas cerradas. Llamó a su hermano varias veces, pero no contestó. Luego decidió ponerse a cuatro patas en el suelo y mirar debajo de cada uno de ellos. Bill estaba en la segunda puerta, agachado sobre el inodoro con las piernas hasta el pecho y los brazos alrededor de él. Tom abrió la puerta lentamente.

—¿Bill? —lo llamó, pero no obtuvo respuesta. Su rostro estaba enterrado entre sus brazos y piernas. Su espalda se movía erráticamente, movida por espasmos irregulares. Esto sólo significaba una cosa: estaba llorando. —¡Bill, respóndeme! —Intentó colocar suavemente una mano sobre su frágil hombro, pero lo evitó. —¿Quién te golpeó? —Tan pronto como dijo eso, Bill miró hacia arriba. El lo miró intensamente y con extrema amargura. Tom se sobresaltó un poco. Tenía un ojo morado, una ceja rota, un pómulo ligeramente hinchado y un labio inferior hinchado y doloroso. Gotas de sangre corrieron por su sien, luego terminaron a lo largo de su pómulo y murieron en su cuello.

—¿Dónde carajo estabas?— Respondió Bill enojado, alejando la mano de Tom tan pronto como se acercó a él para secar la herida con un pañuelo que tenía en el bolsillo.— ¡¿Dónde carajo estabas?!—Gritó esta vez. Se puso de pie y con las fuerzas que le quedaban empujó a Tom contra la puerta cerrada del baño. Lo golpeó ligeramente con la espalda, produciendo un ruido sordo y metálico. Tom permaneció impasible, no reaccionó. ¿Cómo pudo hacerlo?

— Yo... estaba afuera fumando un cigarrillo. No pensé que...

—¡Que te jodan, Tom! ¡Que te jodan! —Golpeó con sus puños el pecho de su hermano, todavía inmovilizado contra la puerta del baño. —Solo ha pasado una puta semana desde que empezaron las clases y ya me golpearon. ¿Cuánto tiempo más van a seguir haciéndolo Tom, cuánto? ¿Cuánto cuesta?— La última andanada de golpes la lanzó contra los azulejos grises -que alguna vez debieron ser blancos- del baño en el que se encontraban. Golpeó tan fuerte que sus nudillos empezaron a sangrar. Una vez que hubo liberado su ira, cayó al suelo, rompiendo en lágrimas liberadoras. Tom tragó en silencio. Miró por unos instantes a su hermano de rodillas en el suelo con los nudillos ensangrentados, llorando sin parar. Se sintió jodidamente culpable.

—¡Por favor, perdóname!— Sintió que las lágrimas brotaban de sus ojos, pero trató de contenerlas. Sus ojos comenzaron a brillar bajo la vacilante luz de neón. Una lágrima no pudo resistir y corrió por su rostro.— Debería haber estado contigo. ¡Pero no lo hice! Fui un tonto, un imbécil estúpido.— golpeó la puerta. El eco del ruido sordo resonó por los pasillos adyacentes.

—No me abandones nunca. No lo vuelvas a hacer nunca más.— Una voz ronca y débil salió de la boca de Bill, todavía de rodillas. Tom lo miró por unos momentos y luego se arrodilló a su lado. Con el dorso de su mano, fue a acariciar su mejilla de una manera sumamente delicada, como si pudiera romperse o deteriorarse con solo mirarlo.

¿𝙈𝞔 𝙍𝙀𝘾𝙐𝞔𝙍𝘿𝘼𝙎? ─ Тom﹠ВillDonde viven las historias. Descúbrelo ahora