Voy a cultivar la tierra
En ella espero encontrar
Remedio para mi pena
Violeta ParraFui al doctor ayer, lunes. Una mujer de cachetes colorados me preguntó de camino a la consulta si quería comprar algunos dulces de su puesto, y le contesté que no podía porque tenía diabetes. El olor a alfajor me persiguió el hocico toda la mañana. La polviza hablaba desde arriba, como de costumbre, y lloviznaba un poco. Me atendió un hombre mayor, de barriga enrollada, que no se enteraba de nada. Le pregunté dónde estaba mi doctora y dijo, mientras leía por encima mi expediente médico, que estaba de licencia, pero no me quiso contar por qué. Tampoco creo que lo supiera.
Decidieron cambiarme la medicación por otra más cara, y que supuestamente es más efectiva. En el expediente estaba anotado en un verde que traspasaba el papel que tengo problemas de memoria, y el doctor insistió en que aquello era grave teniendo en cuenta mi edad y que vivo solo. Contuve la risa pensando en si él creía que por llevar las canas al aire ya significaba que fuera un tarado. Me miró fijamente a los ojos, adelantando los lentes sobre su nariz redonda, y extendió la mano para darme una tarjeta.
- ¿Cómo Amigos Caninos? ¿Qué es esto? - Le fruncí el ceño. Me imaginé una perrera abarrotada y animales a la fuga.
- No le haga mucho caso al nombre, Guzmán. Allá hacen talleres para trabajar la memoria. Es completamente gratuíto.
- Yo aún soy joven para estas cosas.
- Acá dice que usted es del 44. - Llevaba tiempo sin escuchar hablar del año de mi nacimiento. - ¡Que los cumpla feliz!- Me dio hambre y sed. De pronto el doctor se me hizo familiar. Escuché las tijeras del barbero del remoto San Pedro y sentí como mi mamá me llamaba para ir a comer.
- Mi cumpleaños es dentro de dos días.
- Ya se va haciendo viejo. - Soltó una risa exhalada a golpes en la carpeta que contenía mis documentos.
- ¿Y usted cuándo nació, ganso? - Dije en voz baja.
- ¿Perdón?
- Nada, me preguntaba si el resto estaba todo bien.
- Es lo mismo de siempre, Bautista. Lo mismo de siempre. - Resopló. - Hay que bajarle al dulce, ¿eh?
Al salir del hospital me encontré de nuevo frente al puesto de dulces en medio de una vereda intransitable. Hacía mucho que no salía a hora punta a la ciudad. El rugir de los estómagos agitaba el tráfico y a nadie le interesaba retrasar medio minuto su llegada. Compré facturas de crema pastelera y de membrillo, y las dejé en la mesada a la merced de tres moscas que rondaban la cocina. ¿Desde cuándo hay moscas en invierno?
El largo día que le hice esperar a mi madre ver a su único hijo por primera vez, las moscas también habían de rondar el establo. No fue hasta la noche que por fin pudieron sacarnos de en medio del heno y que me cortaron el ombligo. En los quince días siguientes fui un lactante anónimo, porque mi padre, que quería llamarme Luciano como su bisabuelo español, y mi madre, que quería que llevara nombre francés, no eran capaces de ponerse de acuerdo. Al final me llamé Bautista, igual que mi tío, ya que fue él quien me anotó en el registro civil. La discordia se dió por finalizada cuando en la cunita de madera tacharon la L y pusieron una B. De ahí en adelante, en San Pedro, todos me llamaron Bauchi, no sé muy bien el origen del apodo.
Numerosas veces le reproché a Páez su facilidad para cambiar de música y dejar Buenos Aires cuando quisiera. Entonces yo no era del todo sincero, y trataba de olvidar que un niño chico salió de un pueblito pegado a Entre Ríos para irse a la capital porque los abuelos andaban desquiciados por ver a su nieto. Puro cuento. No sé de qué manera convencieron a mi padre para separarse de aquel lugar que le daba paz, que era mi madre, que eran los cerros, que era lo lejos que sabe uno del mundo donde todos se conocen.
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Cruzando la vereda · wos
Fanfiction[EN CURSO] «En el departamento de abajo, se escuchaba nuevamente aquel pibe hablando. ¿Por qué mencionaba el nombre de mi abuelo? Yo no entendía nada. (...) Era la misma melodía. Volver. Necesitaba saber más. No. Quería saberlo todo. Descubrir quién...