Mis piernas están agarradas al árbol mientras observo boca abajo cómo papá, junto a sus fieles aliados, busca explicaciones sobre el motivo por el cual he salido tan distinta al resto de la tribu. Mamá dice que aún soy pequeña para entenderlo. Supongo que dentro de diez años todo tendrá más sentido. Aunque yo tengo mis teorías. La que parece tener más sentido es la de la diosa del hielo: Hiverna.
Hiverna. Decidió que debía nacer de este modo, y pienso que hay una razón, aunque no encuentre cuál es, sé que la hay. Me gusta ser así, aunque deseo encontrar respuestas en algún momento.
—Beira, princesa —mis ojos se encuentran con los de papá—. Ve con tu madre. Esto es una conversación privada. —Pongo los ojos en blanco y le hago caso. Voy volando hacia el otro lado de la aldea para llegar al castillo. A mi paso, provoco que más de uno tenga que sujetarse, porque con las alas hago que pierdan el equilibrio.
Todos tienen alas blancas, el cabello blanco y liso. Siempre vamos vestidos de blanco. Mientras yo tengo algunas cosas diferentes: mi cabello es ondulado, blanco con mechas negras, y tengo unos cuernos blancos como las nubes. Lo que más me gusta es que puedo convertirme en lobo blanco y manipular la nieve y el hielo con las manos. Luego la gente me dirá rara, pero ser así, como he dicho, me hace sentir especial. Mamá lo dice.
—Princesa, tu madre lleva buscándote horas —dice Nieve, la mejor amiga y doncella de mamá—. Corre a tu habitación antes de que te encuentre alguien más. Suelto una pequeña risa antes de irme a toda velocidad.
Cuando llego a la puerta, mamá, con su barriga de seis meses, está frente a ella. Sus brazos están cruzados.
—He ido a dar un paseo —sonrío.
—Sabes que no puedes ir a interrumpir a tu padre. No le gusta —se acerca—. Creo que sé la solución para volver a ver tu sonrisa. —La miro intrigada—. ¿Quieres aprender cómo funciona el arco? —Salto dando palmadas.
No adentramos en el bosque helado. Cuando llegamos al límite, veo que se asoma el lado quemado. Está prohibido acercarse, aunque siempre tengo la necesidad de querer entrar y descubrir la verdad.
—¿Qué hay más allá? —coge mi mano para pasarla por el cielo. Unas imágenes aparecen, mostrando lo que sucedió: cómo luchaban los demonios y el hielo.
Antes de que tú nacieras éramos una gran familia, los dos bandos, hasta que hubo una guerra. Los demonios, como nosotros los llamamos, nos atacaron. Al hacerlo, provocaron la ira de Hiverna, quien dividió el bosque en dos: los de hielo y los de fuego.
—¿Cómo sucedió? —pregunto.
—Nadie lo sabe, cielo. Lo único que puedes hacer es no cruzar al otro lado. —No digo nada—. Cariño —me coge de la barbilla con delicadeza—. Prométemelo. —Asiento.
—Te lo prometo. Tengo una duda. No entiendo por qué soy diferente. Puede ser que Hiverna lo quisiera de este modo, pero si papá no lo ha averiguado, ¿quién lo hará?
—Cuenta la leyenda que si sigues el bosque recto hasta el final, encontrarás la montaña Hiverfogo. Dicen que en esa montaña, donde vive la diosa Hiverna acompañada de su odioso compañero Fueginfier, el dios de los demonios, encontrarás todas las respuestas. Aunque también cuenta la leyenda que nadie consigue salir vivo de allí.
—Algún día cruzaré el bosque y volveré con todas las respuestas para que sepas el motivo por el cual nací siendo diferente.
—Eres perfecta. Valiente, fuerte, especial, preciosa e inteligente —la abrazo con fuerza—. Nunca olvides lo que vales. —Me toca la punta de la nariz con el dedo y yo la arrugo.
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ENTRE EL HIELO Y LAS CENIZAS
FantasyNo tan lejos de aquí, en los bosques más oscuros nace una historia junto a la futura reina de hielo, Beira. Una joven inteligente, fuerte y preciosa, aunque también hemos de decir especial comparada con los habitantes de su pueblo porque es la única...