CAPÍTULO 7 BEIRA

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Parece que estamos en un maldito concurso de miradas. La madre de Haco, creo, está imaginándome muerta de mil formas distintas. Elsa sonríe mientras observa a todos los presentes en este pequeño salón. Mi madre observa fijamente a Haco.

—El otro día no me fijé en lo atractivo que eres.

—Elsa —grito.

—Lo digo de corazón. Si me hubiera matado él, no me habría molestado que fuera la última persona que viera con vida. De hecho, me habría ido con una excelente vista —le guiña un ojo a Haco.

—Elsa, no digas tonterías.

—No me digas que tú no te has imaginado nada con él. Si te escapabas de casa para acostarte con un chico que, al besar, te llenaba de mocos, ¿por qué no compensarlo con un tío que está para mojar pan como él? —señala a Haco.

—¿Cuántos años tienes?

—Diez. El dos de septiembre cumplo once —Haco la mira. Parece que está alucinando, y no me extraña; yo misma lo estoy.

—Deberías dar mejor ejemplo a tu hermana —la miro con desaprobación.

—Doy muy buen ejemplo, no como otros —señala a Haco con el dedo.

—Bonita, no lo parecía ayer por la noche en ese asqueroso bar.

—Estás celoso.

—No —me mira con desprecio.

—Haco, mentir está mal —si Elsa sigue así, se va a quedar sin cabeza, y no porque yo quiera arrancársela; más bien, Haco es el que está a punto de estallar, y por primera vez desde que lo conozco, no será por mi culpa.

—¿Qué sucedió ayer? —pregunta mamá. Los dos la miramos.

—Nada —decimos al unísono.

—Definitivamente, tenéis que follar de una vez antes de que vuestra tensión sexual aumente —se levanta del sofá mientras se ríe—. ¿Dónde está el baño? —la madre de Haco le señala la puerta.

—¿Cómo me habéis encontrado? —pregunta madre, sonriendo.

—Os conozco. Ceniza y yo estuvimos de acuerdo —miro a Ceniza, la madre de Haco— en que, si vos encontrabais a Haco, no tardaríais en descubrir que también tiene poderes y no dudaríais en ir tras él para averiguar por qué hay más como usted —coge mis manos y las acaricia—. Llevo años esperando este momento —muestra una pequeña sonrisa—. Vosotros dos tenéis que formar un equipo; juntos encontraréis respuestas porque sois la clave.

—¿Qué clave? —pregunto.

—La clave de la solución.

—No os estoy entendiendo.

—Vuestro padre y su tío —mira a Haco— están preparando la entrada a una nueva guerra, y vosotros sois los únicos que pueden detenerlos. Pero antes, tenéis que descubrir de lo que sois capaces. Vamos a entrenar para que vayáis a la montaña de los dioses; después, volveremos a nuestros reinos para recuperarlos.

—¿Qué ganaríamos nosotros? —pregunta Haco.

—Libertad —responde Ceniza.

—Esperad un segundo —miro a madre—. Padre nunca sería capaz de iniciar una guerra en la que moriría gente inocente.

—Qué poco conocéis a vuestro padre.

—A las nueve empezaremos —dice Ceniza. Se levanta del sofá, y Haco va detrás de ella. Madre los sigue con la mirada. Parece triste. Se nota que algo le preocupa, pero no consigo entender qué puede ser. Tengo claro que, por primera vez, padre no es el responsable.

ENTRE EL HIELO Y LAS CENIZASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora