—Jisoo es solo una pobre e inocente criaturita. —comentó Jennie con el mentón apoyado sobre su puño, Rosé la miraba con una mueca de desacuerdo con sus palabras.
—Ugh, tiene casi veintiocho años, esa mujer de inocente no tiene una pizca. —la australiana bufó con un tono hartado mientras se llevaba el cabello hacia atrás de manera brusca —quiero hacerlo con ella, pero actúa como si fuese una monja.
Jennie se sorprendió un poco por el tono serio en la menor, nunca antes la había escuchado en tales. Pero pensó y tomó consideración en su queja; por lo que sabía, llevaban ocho años siendo pareja y durante todo ese tiempo jamás habían tenido un contacto íntimo mas allá de besos y uno que otro mimo.
Claro que esto no le molestaba a Rosé, pero ella quería ir más allá de un simple manoseo cursi.
—Ayer fuimos al centro de paseo y se le antojó un algodón de azúcar. —habló la menor apoyando su cabeza en un puño —me quedé como una idiota observándola mientras se comía tontería y luego...
Se detuvo un momento, no estando segura de contarle a su amiga la vergüenza que pasó con su propia novia el día anterior.
—¿Qué sucedió? Venga, no me dejes a medias. —exigió Jennie acomodándose sobre sus codos con entusiasmo encima de la mesita. Alzó sus cejas esperando a que Rosie continúe.
—No sé, no quiero que te burles de mí. —rodó la mirada recordando todas las veces que le contaba sus fallidos intentos de sexo con la mayor y que Jennie aprovechaba para reírse de su desgracia.
—Ay, no seas tan aguafiestas, dale suéltalo.
Rosé hizo un mohín en sus labios y finalmente optó por decirle.
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