Rosé se había retirado de la casa de Jennie, pues justo llegaba su novia Lisa del trabajo y supuestamente debía atender a su cansada y ocupada pareja.
Para su suerte, pudo recibir el "consejo personal" de Jennie para hacer caer a Jisoo bajó las sábanas tal como ella quería. Solo esperaba que pudiera funcionar porque no estaba dispuesta a pasar por otra vergüenza con la coreana, o en el peor de los casos que la rechace crudamente.
El solo recordar la escena del día de ayer en el parque con ese algodón de azúcar le ponía los pelos de punta, tanto por la pena que se sentía por ella mismo con el hecho de pensar de forma descarada en que ese dulce podría ser algo más en la boca de su adorable novia.
—Amor... Jisoo volteó con una sonrisa y el leve movimiento de sus labios al saborear el algodón dentro de su boca. Rosé tragó en seco al posar sus ojos en aquella zona.
La calentura realmente le estaba afectando, pues una corriente le recorrió la espina al darse cuenta de que sus pantalones comenzaban a sofocarla más de lo normal.
—Si, dulzura, dime. —incitó la mayor cuando el dulce terminó por esfumarse de su boca.
Rosé con los pocos sentidos en la tierra y casi consumida por el deseo, soltó la petición más descarada y poco conveniente.
—Me gustaría que dejes a un lado ese algodón de azúcar y atiendas la erección que cargo debajo de estos pantalones.
La sonrisa del rostro de Jisoo desapareció y en un su lugar una clara expresión de incomodidad se hizo notoria así como el característico sonrojo en esta. Las palabras sin pudor alguno que soltó su novia fueron tan inesperadas, pero lo suficientes para llenarla de vergüenza.
Muy pronto Rosé se daría cuenta de lo vulgar que había sonado y como su novia estaba hirviendo en rojo de la pena.
—En qué cabeza se me ocurrió decirle esa mierda —se dijo a sí misma metiendo la llave en la chapa para abrir la puerta. Entrando así a su hogar.
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