Capitulo uno

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Para Sergio volver a la universidad no era precisamente lo que más deseaba.
En realidad el deseaba quedarse más tiempo con su amada familia en México. Le ponía triste despedirse de sus papás cada que terminaban sus vacaciones para volver a la universidad de Amsterdam, pero sabía sus razones para seguir estudiando. Quería que sus padres se sintieran orgullosos de él.
Así que, con todo el dolor del mundo subió al avión y dejo atras a su familia después de pasar con ellos las fiestas de fin de año.

Después de un par de horas de descanso, se decidió a abrir la carta que su abuela había escrito para él:

~ Mi pequeño niño
Siempre es una alegría tenerte en casa,
Los días son más divertidos cuando te veo por ahí, durmiendo en cualquier lugar, o peleando con tus hermanos por saber a quien quiero más, no le digas a nadie pero siempre serás tú mi favorito...
Se lo mucho que te duele irte, así que como de costumbre decidí escribirte una pequeña carta.
No me importa recordarte cada vez que si estás allá es por qué todos sabemos que puedes lograr tu sueño de ser el mejor abogado, se que volverás a casa con tu título en mano y la cabeza en alto, mostrándoles a todos los que dijeron que no podías, lo equivocados que estaban.
Todos te estamos apoyando desde acá, y confiamos en ti. Y no importa si no lo logras, aún que yo sé que sí, siempre estaré orgullosa de ti, mi niño.

Ahora, quita estás lágrimas de tu carita, y enfrenta tu realidad con la mejor actitud. Aún si sientes que no puedes recuerda que los Pérez nunca nos rendimos, y luchamos con uñas y dientes por lo que queremos.
Te amo siempre mi niño
Atte: tu querida viejita Mari.

Posdata: recuerda que disfrutar del proceso no es malo, así que consigue un chico guapo para ti y diviértete. ~

Aún con lágrimas en los ojos, suelta un carcajada.
El chico a su lado lo mira mal, para después acomodarse y seguir durmiendo.
El le sonríe en modo de disculpa.

Su abuelita era su persona favorita en el mundo, por qué podía darle el consejo más sabio en el mundo y al segundo alburearlo.
Definitivamente después de leer la carta se sentía mejor, así que decidió volver a dormir, después de todo quedaban horas de vuelo.

Despertó por las pequeñas turbulencias que había, mira hacia la ventana y se encontró con que ya había oscurecido, no faltaba mucho para llegar entonces.

Suspiró cansado de estar sentado y es que él no era precisamente una persona que disfrutará de estar sin hacer nada por mucho tiempo.

Observo el lugar, viendo como la mayoría de los pasajeros estaban durmiendo. Miro al chico a su lado que dormía profundamente y roncaba ligeramente. Volvió a suspirar. Su anterior vuelo fue más interesante, le tocó a lado de una chica muy habladora y aún que no se conocían, hablaron todo el vuelo.

Las turbulencias siguieron, haciendo que su compañero de asiento despertará sobresaltado. No pudo evitarlo y soltó una pequeña risa.

— ¿De que te ríes idiota?

— De ti — Dijo si como si nada.

Parecía que el chico lo iba a insultar pero otro movimiento del avión lo hizo sostenerse contra en asiento como un niño asustado.

S no era una mala persona, en realidad era muy bueno para su propio bien, así que intentó tranquilizar al chico.

— Tranquilo, solo son turbulencias normales, no es como si el avión se fuera a caer — intentó bromear pero al ver la cara pálida del chico se dio cuenta que no había funcionado.

— ¿Vienes de visitar a tu familia? — intento sacarle plática para distraerlo.

— No, fui de vacaciones con unos amigos, pero ahora voy de regreso a casa, por qué al parecer México no es tan interesante como creí.

El de pecas lo miro ofendido.

— No se que México te mostraron, pero el que yo conozco es hermoso.

— También tienen terribles aerolíneas, tienen todos los vuelos llenos — El chico bufó molesto.

Sergio viró los ojos y contestó sarcástico — Entonces hubieras traído tu propio jet .

— Eso quería, pero está en mantenimiento — contestó como si nada.

El tapatío lo miro sorprendido y lo escaneó mejor. Definitivamente no parecía un chico con mala economía, vestía una camiseta negra de algodón, un par de jeans azules Y una chaqueta de cuero negra de apariencia cara. Zapatillas negras en las que resaltaba el logo Dior.

— ¿Como te llamas, por cierto?

—Lance, Lance Stroll. Disculpa mi mal humor es mi primera vez viajando solo y... Así. — señalo el lugar con un poco de desagrado.

Niño mimado, pensó.

— Bueno Lance, yo soy Sergio. Mucho gusto — dijo extendiendo la mano que el chico acepto dudoso.

— Te puedo perdonar el mal humor, pero no que hables mal de mi México lindo.

El chico se rió un poco, y le explicó que probablemente hubiera disfrutado más del viaje si hubiera ido con otras personas, pues sus amigos no eran precisamente los mejores.

Las turbulencias pararon, pero su conversación no. Hablaron hasta que escucharon al piloto decir que aterrizarian en breve.

Todos los pasajeros bajaron, y fueron por sus pertenencias, Sergio intento ubicar de nuevo al chico del avión pero lo perdió de vista entre tanta gente.
Se encogió de hombros y siguió su camino.
Era uno más de los amigos que haces en el avión y no vuelves a ver nunca.

Llego a su pequeño departamento, y después de una ducha, empezó a organizar sus horarios de la semana. Aún tenía el domingo para comprar materiales y despensa, y terminar sus deberes.

Aún con una pequeña tristeza, el lunes se levantó temprano para arreglarse y llegar temprano en el primer día.

El día era fresco así que se abrigo bien y salió de casa con una enorme sonrisa.
Pero cuando paso por su cafetería favorita y vio que estaba cerrada, su sonrisa decayó.
Pero estaba decidido a no dejar que su día se arruinará así que paso por otra que parecía nueva, pidió su café latte de siempre y continúo su camino.

Llego con suficiente tiempo, caminó tranquilo hacia su primera clase, pero unos pasos apresurados y un empujón arruinaron su tranquilidad.

Miro hacia abajo como su café estaba derramado y luego miro hacia la persona causante de eso, pero está ni siquiera volteó. Era un chico alto, rubio e imbecil pensó.

Suspiró mirando al rededor buscando con que limpiar, encontrándose con miradas divertidas de quienes lo rodeaban. Eso lo molesto. Se encargó de mirarlos con la molestia que sentía, impregnada en su rostro.

— Ajá, volvimos a la rutina — escuchó una voz atrás de él, era del personal de limpieza.

— Lo lamento, un imbecil tiro mi café. Si me dice dónde encontrar un trapeador yo mismo lo limpio.

El señor Alonso lo mira con una sonrisa — No te preocupes hijo, yo lo hago. Ve a clases que se te hará tarde. De todas formas gracias, por tu intención.

Asintió sonriendo un poco, y retomó su camino.

Definitivamente seguir con su actitud positiva le costaría más trabajo del que imagino.

Cuando dejemos de pelear Donde viven las historias. Descúbrelo ahora